El joven Abramovich golpeó al soldado en la cabeza con un martillo, le arrebató su arma y corrió hacia el bosque. Pocos judíos más escaparían del ghetto de su villa bielorrusa. Él se unió a los partisanos, sobrevivió a la guerra y emprendió el viaje hacia Palestina. Casi setenta años después su nieto Eran se ha convertido en el primer israelí que jugará profesionalmente al balonmano en España. Será una de las grandes novedades de la plantilla del Academia Octavio, que hoy inicia su pretemporada. La gran tragedia del Holocausto y la modesta peripecia de un club vigués. Hechos disímiles, tan ajenos en apariencia, unidos por el tejido de la vida.

Eran Abramovich es producto de aquella afortunada huida y el guardián de un legado espiritual en el que se reconoce. Todo ser humano es un milagro, la suma de innumerables supervivencias desde el principio de los tiempos, pero más en el caso de un judío. El pueblo elegido y a la vez perseguido, de tierra prometida y eternamente errante. Hoy cuenta con estado propio pero el dolor no se mitiga. La memoria colectiva curte el carácter. “Estoy muy orgulloso de ser israelí”, proclama Eran. “Somos muy patrióticos en mi país. A veces no es fácil ser israelí en el mundo. Es un reto”.

Abramovich pelea por su carrera profesional. Pero es también el heraldo de sus conciudadanos: “No puedes ni imaginarte lo que significa ser un jugador israelí que se va fuera y la responsabilidad que eso implica. He recibido llamadas de jugadores, aficionados, gente que me felicita y me desea buena suerte. ‘Haz que nos sintamos orgullosos’, me dicen”. Entre otros ha charlado con Avishay Smoler, colega de selección, que milita en el Lemgo.

“Me gusta esta expectación”. Es quizás el atrevimiento de su abuelo lo que late en cómo encara la aventura. Hace apenas una semana se estaba entrenando con el Asa Tel Aviv. Ninguna novedad se vislumbraba en su futuro. Pero al comprobar su correo electrónico vio que tenía un mensaje de su agente y lo abrió: “¿Qué pasará contigo la próxima temporada? Hay un equipo en España interesado”. No lo dudó un instante.

Un técnico enamorado

Son los extraños caprichos del destino. El Pilotes no necesitaba extremo derecho. Había contratado al veterano Juan Bosco Rentero. Pero el madrileño recibió una atractiva propuesta laboral y decidió retirarse. El equipo, de repente, se quedaba cojo. El representante Juan Alemany, en contacto con el agente de Eran, lo propuso como alternativa. Quique Domínguez estudió varias grabaciones, entre ellas un partido entre Israel y Alemania. Y se enamoró del jugador, cuentan en el club, pese a que el técnico es de paladar difícil. A Abramovich no le importó que la oferta fuese por sólo una campaña: “Tengo 28 años, la edad perfecta. Poseo experiencia. Aunque sé que la liga española es mejor, estoy preparado”.

Es aquello a lo que aspiraba desde que empezó a practicar este deporte. Que fue “tarde, a los 14 años. No había tradición en mi familia, aunque he tenido un gran apoyo por su parte. Había probado el baloncesto, el tenis, había jugado en la selección nacional de béisbol… Y lo dejé porque mis amigos me dijeron un día: ‘Ven a jugar con nosotros al balonmano’. Me sedujo. El entrenador quiso que me quedase y hasta ahora”. Por el balonmano renunció a ser oficial del ejército israelí cuando le ofrecieron reenganchar al terminar los tres años de servicio militar, “una etapa valiosa”.

Siente devoción por su profesión. Le brillan los ojos cuando relata un viaje turístico por los Balcanes en el que se encontró al galo Karabatic, “el mejor jugador del mundo. Conversamos durante unos minutos”. Y se emociona al entrar en el Central, la que será su pista: “Me trajeron los entrenadores y sentí algo muy especial al salir del túnel”. Todo se le antoja nuevo, especial, idóneo: “Es la primera vez que estoy en España. Estoy entusiasmado. Vigo parece un sitio muy cálido en el que vivir. Será fácil adaptarme”.

Preceptos religiosos

Pregunta por la crisis, por cómo es la ciudad. Ensaya sus primeras palabras en español, “un poquito”, e indaga sobre si existe alguna sinagoga en la zona: “Soy religioso, pero no fanático. No notaré la falta de comida kosher. Puedo tomar pollo, ternera. No tengo problemas para jugar en sabbath pero sí respeto el Yom Kippur. Me gusta. Está la parte de la expiación de los pecados y la de llamar a los amigos”. En Vigo se conoce la fiesta. El Celta adelantó dos horas un partido con el Betis para que Revivo pudiese disputar al menos la primera parte. A la puesta de sol se recogió en casa.

Eran charla a gusto, sonriendo, lustroso y sanote. A mucha distancia de aquel famélico judío que esquivó la muerte, al que sin embargo tiene muy presente igual que a la abuela polaca que también sobrevivió y a los familiares que no lo consiguieron: “Mi abuelo es un héroe real. Estas historias te dan una perspectiva adecuada sobre lo que verdaderamente importa, como la familia o no abandonar jamás tus metas”.

Y es la lección que aplica, aunque sus batallas sean cotidianas, tan lejanas de aquel espanto: “Para mí comienza algo nuevo. Hace dos días estaba en casa. Hoy estoy aquí. Quiero ascender y quiero jugar con el Octavio en la Liga Asobal. La fe es importante para conseguir aquello con lo que sueñas”.