Pepe no encuentra defensores el día después de su estallido de furia. Apenas Abel Resino, entrenador del Atlético, se muestra comprensivo. “No quiero hacer leña del árbol caído, simplemente creo que Pepe será el más arrepentido”. Escaso consuelo.

Sus críticos, en cambio, son legión. Está su principal víctima, el agredido Casquero, al que Pepe quiere pedir disculpas personalmente igual que a Albín. “Estar tirado en el suelo cuando te han hecho un penalti y que te pisoteen no tiene nombre. Está vistiendo la camiseta del Real Madrid, no la de un barrio”, ha declarado en Onda Madrid el centrocampista del Getafe, criado en la cantera blanca: “Allí me enseñaron otros valores”.

En el gremio, en general, se muestran inmisericordes. “Es una vergüenza”, sostiene Pedro López, del Valladolid. Hasta la prensa lusa, que idolatra al merengue, se sonroja. “Pepe pierde la cabeza”, titula ‘A Bola’.

En Portugal, igual que en España, las imágenes de ese minuto de furia se repiten una y otra vez en televisión. En los portales de internet se visionan en masa, compitiendo con el milagro vocal de la escocesa Susan Boyle. El compendio de patadas y puñetazos se analiza con el detalle de la película Zapruder en el asesinato de Kennedy. Hay quien descubre otro pisotón, otro rodillazo señalado con círculo rojo. El protagonista, que abandonó el Bernabéu con los ojos acuosos y el estupor introspectivo (“he tenido una actitud que para mí no tiene explicación”), se refugiaba ayer de la tormenta en la intimidad. Dicen desde la agencia EFE que Pepe, con el que han charlado telefónicamente, durmió poco y mal. Deprimido, faltó al entrenamiento voluntario. Será hoy cuando se vuelva a enfrentar al mundo, que lo estará mirando entre el reproche y el morbo.

Pepe, que anticipa su resignación ante cualquier sanción que Competición determine y cualquier multa que el club le imponga, ha entrado en la historia del fútbol por la vía del suceso violento. Como la patada de Goikoetxea a Maradona, la “batalla de Santiago,” el taconeo de Ayala sobre Simao o el pisotón a Matthaus de Juanito, el genio al que hoy citan como predecesor. Hasta de sus cortocircuitos se tiene nostalgia en la Villa y Corte.

De hecho, ninguna de las hipótesis de castigo que se contemplan permitirá a Pepe batir los registros de la liga española. Porque al zaragocista Cortizo, en 1964, le cayeron 24 partidos de suspensión por agredir al atlético Collar; a Stoichkov, seis meses por pisar a Urizar; tres meses a los jugadores del Barça y del Athletic involucrados en la gresca copera; quince partidos al granadino Fernández que lesionó a Amaro...

A Pepe le toca hoy ser el malo de la película. Las encuestas son concluyentes y entre un público mayoritariamente madridista. Se pide o pronostica una pena gruesa. El reto que le queda en su carrera es hacerse perdonar y convertir su desquiciamiento en anécdota.