El Celta respira aliviado después de conseguir la primera victoria en tres meses y poner distancia -siete puntos- con la zona de descenso. Es lo único rescatable de la infame tarde de fútbol que el equipo vigués regaló ayer a sus aficionados más fieles. El triunfo sobre el Córdoba cambia la dinámica de resultados del conjunto vigués, pero no la imagen bochornosa del equipo que ayer se llevó el triunfo gracias a un tanto de rebote de Ghilas y a los incomprensibles errores en el remate de los andaluces que desperdiciaron media docena de ocasiones completamente solos ante Falcón, la principal novedad en la alineación viguesa. El Celta volvió a ser el tradicional desastre en su forma de defender y ni tan siquiera el planteamiento extremadamente conservador de Eusebio -que ayer convirtió a Maguregui en un temerario- mejoró este aspecto. El Córdoba hizo añicos con asombrosa facilidad el planteamiento del vallisoletano y sólo fallaron en la ejecución final. Algunas decisiones de Eusebio resultan sorprendentes y otras imposibles de entender. Ayer, en esa ruleta de cambios en la que ha entrado, sentó en el banquillo a Notario y dio la titularidad a Fabiano Lima en el lateral izquierdo que al final acabó siendo el mejor. El medio del campo estuvo formado Rosada, Renán y Jonathan Vila -un “trivote” en toda regla-y dejó el ataque para Trashorras, Ghilas y David. Se supone que fortalecía el medio del campo para que el equipo pudiese presionar, recuperar el balón en el campo del Córdoba y llegar así más fácil a la meta rival. Muy bonito sobre el papel. Pero al final resulta que sólo Rosada recupera en el medio del campo - Vila y Renan parecían estar de paso-, y que el equipo, con Trashorras en la izquierda, jugó sólo por una banda mientras la derecha estaba completamente inutilizada, en manos de Fajardo. Al Celta le dio resultado mientras el Córdoba no aclaró sus ideas y entregaba el balón con facilidad al Celta. Trashorras pudo marcar en el minuto siete tras una buena combinación y llegaron un par de centros peligrosos desde el costado zurdo gracias a Fabiano y a Renán, que se fue animando en ataque con el paso de los minutos. Pero el Córdoba también se vino arriba. Comprendió que una vez superado Rosada se abría a sus espaldas un mundo de posibilidades y que los defensas vigueses, desconcertados por completo, nunca llegaban a su hora y siempre concedían ventajas a los delanteros a los que dejaron moverse con una facilidad pasmosa. Así comenzaron a plantarse ante Falcón con insistencia. Un pase filtrado entre los medioscentro era suficiente para desarmar al Celta y coger a toda la defensa fuera de sitio. Hubo situaciones delirantes como un saque de banda al corazón del área sin nadie que lo interceptase, un control sencillo, un pase a un compañero sin oposición y un disparo fuera. Ni a infantiles les hacen ocasiones con menos. Sin embargo los cordobeses fallaron una y otra vez. En ocasiones por mala fortuna, otras por falta de capacidad y las más por precipitación.

De todos modos, los duendes del fútbol habían decidido que era el día para terminar con esa agonía que padecía el Celta desde hace tres meses. Sólo así se entiende el gol de los vigueses. Ghilas hace un control deficiente en el área rival, llega Pierini y al despejar golpea al argelino y el balón entre mansamente en la meta de los andaluces. Un gol coherente con el partido que estaban haciendo el Celta.

El Córdoba se atontó durante diez minutos pero pronto decidió adelantar las líneas y lanzarse en busca del empate al tiempo que Eusebio comenzó retrasando a Trashorras con la entrada de Dinei por Renan y acabó ordenando retirada al situar a Peña como medio centro junto a Rosada. Una decisión que tiene difícil comprensión por mucho que la argumenten. De hecho ayer se vio. El Córdoba siguió llegando con facilidad a la portería de Falcón, Natalio lanzó fuera un mano a mano y Aurelio cabeceó fuera un saque de esquina cuando Balaídos había contenido el aliento al verle entrar por el área como un avión sin que nadie le molestase. Pasó el tiempo y el Celta ganó un partido que le permite respirar, pero que no le saca de la ruina deportiva en la que vive.