El Celta escribió ayer un nuevo episodio de la comedia en la que ha convertido esta temporada. Los vigueses cosecharon en Salamanca una nueva derrota que eleva a doce las semanas que el equipo lleva sin ganar y que no compromete más su futuro en la categoría gracias a que sus rivales directos (Alavés y Eibar) son dos medio muertos que no le ganan a nadie. Los de Eusebio se estamparon ayer en otro partido en que no supieron manejar su ventaja en el marcador. Lejos de eso, se sumieron en la nada futbolística en la que habitan desde hace meses y el segundo tiempo se convirtió en un chiste. El Salamanca les pisoteó sin que nadie dijese ni pío en el lado vigués. Bajaron la cabeza como un equipo pequeño, ínfimo, y los charros se limitaron a ejecutar a un conjunto sin personalidad que parecía rogar por una muerte rápida.

Poco podía preverse el final del partido tras ver la puesta en escena viguesa. Eusebio solucionó la ausencia del sancionado Trashorras con Michu, un buen aliado de Rosada y Renan en la destrucción, y entregó las bandas a Dani Abalo y Ghilas. Dinei tuvo su esperado descanso tras dos meses sumido en una preocupante sequía y David Rodríguez ocupó su posición natural. La alineación permitió ver a un Celta más dinámico, más solidario a la hora de presionar, más complicado en definitiva para un rival, el Salamanca, que tardó en comprender la clase de partido que debía jugar, lo que permitió al Celta manejar el encuentro con cierta comodidad. El problema fue el de siempre: la defensa. Eusebio se decidió por Fajardo en el costado derecho y Roberto Lago en el izquierdo, que se convirtieron en una mina para el Salamanca. Fajardo porque es una incoherencia táctica en sí, y el gallego porque atraviesa un momento tan preocupante de forma y padece semejante inseguridad que Isaac, su pareja de baile, parecía un cohete a su lado. En el primer balón largo que envió el Salamanca a su espalda Isaac le pasó por encima y entregó en bandeja el gol a Miku que incomprensiblemente lanzó fuera. Fue el primer aviso de lo que podría ser aquello. En ataque, sin hacer nada del otro mundo, los de Eusebio generaron situaciones de peligro cuando se atrevieron de verdad a presionar a la insegura defensa charra. Dani Abalo fue esencial en esa tarea. Por su esfuerzo y por la capacidad de desequilibrio que tiene en sus piernas. En su primera entrada en escena sentó a dos rivales y en la segunda provocó la falta que adelantaría al Celta en el marcador. Renan lanzó con calidad al segundo palo y por allí surgió Ghilas para aprovechar la siesta de la defensa rival y cabecear a la red el 0-1. A los vigueses se les volvía a presentar un panorama ideal frente a un equipo que adolecía de sus mismos males, de un ataque con posibilidades y una defensa de verbena. Los salmantinos acusaron el golpe y el Celta pudo liquidar el choque. Primero en una acción de David que sacó el portero cerca del palo derecho y luego Ghilas que se encontró con un regalo defensivo de escándalo pero que con la portería vacía envió el balón al lateral de la red. El choque estaba en manos del Celta, pero aún así seguía en el alambre porque los vigueses mantenían abiertas dos autovías en sus laterales y el Salamanca empezaba a convertir en frecuentes sus visitas al área viguesa.

Y el Celta no tardó en pagar su ligereza defensiva. Sucedió en el arranque del segundo tiempo, tras unos primeros instantes de tanteo, Fajardo se tragó un pelotazo a su espalda y Dañobeitia se lo hizo pagar con una remate ajustado al palo izquierdo de la portería de Notario. El gol pareció demoler al Celta. Sus centrocampistas desaparecieron, dejaron de buscar a Dani Abalo (el más desequilibrante de los jugadores del Celta), David fue una isla y el Salamanca fue comiendo el terreno poco a poco hasta convertir el partido en un asedio a Notario que tuvo que hacer horas extras. Los vigueses se descompusieron. Ya no hubo ni orden, ni fe, ni un fogonazo de calidad. Fue un muñeco que ni manejaba la pelota, ni presionaba, ni se colocaba con un mínimo de sentido aunque, eso sí, mantuvo la defensa adelantada. Un chollo para un rival avispado y rápido como el Salamanca que con sus ataques en oleada hacía pedazos la defensa viguesa -abandonada a su suerte, también es cierto, por el resto del equipo-. Era cuestión de tiempo que llegase el segundo tanto. Ocurrió en otro balón largo que cogió a la línea de atrás en plena siesta. Miku llegó al área con ventaja, sentó a Rubén y fusiló a Notario por alto para hacer más grande el despropósito vigués. Eusebio buscó soluciones con Óscar Díaz e incluso hizo un cambio de pivotes difícil de comprender (Vila por Michu) pero el Celta no tuvo ni coraje para pelear por el marcador.