El Celta ha encontrado a su propio Obama para salir de la crisis._Dinei encarna las mejores cualidades que el club ha soñado para su proyecto. Lidera lo que ha de ser un empeño colectivo con un juego tan efectivo como evocador. Posee en sus pies la elocuencia que el presidente electo muestra sobre el estrado. Hoy, la realidad parece menos sucia, más luminosa. Amanece tras la larga oscuridad.

Aún esperan duras pruebas por delante. El Celta, como el mundo, ignora si su crisis es en "V" y pronto alcanzará la zona alta de la tabla o en "L" y la reacción apenas le bastará para un suave pasar por la temporada. Eso queda para el futuro. Es hora de disfrutar del instante.

Dinei traslada a Obama a la cancha. Es frío como el hawaiano en los retos prácticos (excepcional definición en el segundo gol). Cree en el multilateralismo (aguanta el balón al estilo de Penev o Milosevic para involucrar a los compañeros en la jugada). Y tiene sobre todo un efecto inspirador. Sus desmarques despiertan la genialidad de Trashorras.

Nadie manejaba demasiadas referencias de Dinei cuando llegó. Parecía un fichaje de complemento para otros delanteros._"Nunca parecí el aspirante a este cargo con más posibilidades", dijo Obama en Chicago. El destino depende a veces de las manos más improbables. La sonrisa de Dinei, como la del demócrata, ha iluminado a la familia celeste en una semana trágica, de luto. Al menos el fútbol ha cumplido como mentira que durante un instante nos distrae de las penurias de la vida.

contra el tópico

El encuentro de ayer fue atípico y atópico. De la Segunda se esperan partidos cerrados, en los que la disciplina grupal domina sobre la calidad individual. Se supone que los técnicos de esta categoría construyen equipos disciplinados, estrictos en la posición, expeditivos en el despeje. Córdoba y Celta, sin embargo, rivalizaron en despropósitos defensivos. En las áreas se vivió con desorden, basculaciones mal medidas, espacios desocupados. Los celestes ganaron en un ida y vuelta que pareció británico.

El pánico de Peña

El eje de la zaga viguesa acapara las críticas desde el arranque de la temporada. Es cierto que los centrales son en muchas ocasiones el último eslabón en la cadena de errores, sólo el más visible. Pagan para la fotografía la insolidaridad de sus compañeros. El caso es que la retaguardia flaquea. Quizá se ha contagiado de lo que lee en los periódicos o escucha en las cafeterías. La profecía autocumplida. Peña, un defensa solvente durante veinte años de carrera, peca en cuestiones que exceden su lógico declive físico. Hay que confiar en que su experiencia le permita superar este mal trago porque el Celta, limitado a tres centrales, lo necesita tanto como a un Rubén más reposado y a Noguerol, el más aseado del trío pero ayer también desubicado en algunas acciones.

Sin conspiración

Iturralde demostró por la vía del error que la teoría de la conspiración que habían desempolvado en Madrid es la excusa de los mediocres. Quizá también al Celta le tentó ese pretexto. En realidad, los árbitros de Segunda son tan malos como los futbolistas y como ellos reparten aciertos y errores. Gardeazábal Gómez se tragó un penalti a favor del Córdoba que hubiera sentenciado a los vigueses y exageró en la expulsión de Christian Álvarez. Es de justicia reconocerlo.