Itziar Reyero Arregui / Berlín

La Puerta de Brandeburgo volvió a registrar ayer un lleno absoluto para recibir con todos los honores a los hombres de Joachim Löw, que aterrizaron este mediodía en Berlín con apariencia de haber superado ya la derrota del domingo frente a España en la final de la Eurocopa.

Cerca de 500.000 aficionados celebraron a lo grande el subcampeonato de Europa con la llegada de la selección alemana, que apareció puntual a su cita con una afición volcada desde hace tres semanas con su equipo.

El sol, la cerveza y el haber estado a unos pocos metros de sus ídolos, se convirtió para muchos en el mejor método contra la resaca futbolera y la gran fiesta montada en Berlín fue una muestra de que los alemanes también saben perder.

La hinchada germana se sacudió las penas cantando y bailando, jaleada por sus jugadores, que esta vez estuvieron capitaneados por su goleador, Lukas Podolski, el más travieso sobre el escenario y uno de los más aclamados junto a Bastian Schweinsteiger y Michael Ballack, el líder indiscutible de la selección alemana.

Fue Ballack, con su ceja partida tras un choque fortuito en el encuentro de anoche, quien mejor simbolizó el carácter combativo de los alemanes al asegurar que la aparatosa herida "no se nota durante el juego".

También el entrenador Joachim Löw invitó a la afición a seguir soñando y, motivado por el aliento de los suyos, aventuró que, ante un posible cruce con España en el Mundial de Sudáfrica de 2010, "les ganaremos seguro".