Austria y Alemania viven esta tarde, en Viena, un derbi en plena Eurocopa, un partido que supera la barrera futbolística para adentrarse en una rivalidad de décadas, que cuenta con el premio añadido de la clasificación a los cuartos de final.

Desde que Ivo Vastic logró, de penalti, el tanto del empate ante Polonia y se supo que el último partido, contra Alemania, volvía a ser importante, Austria vive un momento de excitación.

Nada hay más importante en el torneo que poder derrotar al máximo rival, máxime cuando tiene el premio añadido de una clasificación a los cuartos de final con la que pocos contaban.

Por eso, el recuerdo de "Córdoba", donde hace 30 años Austria derrotó a Alemania en el Mundial de Argentina (3-2), con Hans Krankl como estrella, entra en todas las conversaciones. Tanto que hasta el propio Krankl, ha tenido que avisar de que es hora de enterrar ya ese recuerdo, de rejuvenecer los éxitos con otro hito.

Ha sido, además, caldo de cultivo de los tabloides que han encontrado quien encienda la mecha. Curiosamente, ha sido Martin Harnik, un delantero nacido en Hamburgo, el que abrió la espita al declarar: "Puedo imaginarme que los alemanes están cagados de miedo en los pantalones".

A partir de ahí, las tradicionales apelaciones al nacionalismo de la prensa más sensacionalista, han encontrado también reacciones más sensatas por parte, por ejemplo, de ambos técnicos.

Alemania llega al partido como clara favorita, pero con más dudas de lo esperado. Joachim Löw, que tuvo una plácida trayectoria como ayudante de Jürgen Klinsmann en el Mundial y había cumplido con creces en la fase de clasificación del europeo, se ha encontrado con las primeras críticas por el mal juego mostrado contra Croacia.

En el entorno del equipo alemán se ha pasado de la euforia que produjo la victoria ante Polonia (2-0) al desasosiego que provoca pensar que pueda ser eliminado por Austria. Tanto, que hasta el capitán Ballack ha tenido que negar que hubiese habido discusiones entre los jugadores y el técnico por el sistema tras el partido ante Croacia.

Löw podrá contar finalmente con Lukas Podolski, hasta ahora la única garantía de gol de su equipo, y con el lateral Phillip Lahm, que le asegura la llegada por las bandas, pero no con Bastian Schweinsteiger, que revolucionó el juego en el partido contra los croatas, pero se ganó una tonta expulsión.

En el lado austríaco, Joseph Hickersberger confía en que el ambiente explosivo que se vivirá en las gradas del estadio Ernst Happel sirva de incentivo para reducir la distancias que separan a ambos conjuntos.

Eso y que el equipo solucione sus problemas con el gol, un mal endémico que le hizo dominar sin éxito a Croacia en el segundo tiempo del partido de debut, y desperdiciar tres clarísimas ocasiones de gol en los primeros diez minutos del partido contra Polonia.

La prensa de ambos países cruza insultos, advertencias y hasta motes

Alemania y Austria se juegan hoy en Viena no sólo el pase a cuartos de final, sino también el honor en un duelo en el que la rivalidad futbolística está ensombrecida por la tradicional relación de amor-odio entre los dos países de habla germana.

El cruce de insultos, advertencias y bravuconadas en la prensa sensacionalista de los dos países, subió ayer un grado más en el dominical alemán "Bild am Sonntag", que ha puesto mote a todos los jugadores del combinado austríaco.

En un juego de palabras casi intraducible, el periódico alemán se refiere a Emanuel Pogatetz como "Knochenfetz" (quebrantahuesos) y dice de él que sólo sabe hacer faltas.

En vez de Rene Aufhauser, el rotativo habla de "Verschnaufpause" (respiro, tregua) y le acusa de ser muy lento y Christoph Leitgeb es "Christoph Weitweg" (alejado), y dice de él "Bild am Sonntag" que "nunca está cerca del balón".

La lista no deja títere con cabeza y hasta el apellido del seleccionador austríaco, Josef Hickersberger, es transmutado en Nickersberger (Nickerchen = siestecita).

El ataque responde a otro del rotativo austríaco "Österreich", que aseguró que en las cercanías de donde se concentra el equipo alemán "huele a sudor de miedo y a pantalones cagados".

El pasado sábado, el amarillista periódico ya reprodujo unas palabras del jugador austríaco (aunque nacido en Alemania) Martin Harnik en las que aseguraba: "Puedo imaginarme que los alemanes están cagados de miedo en los pantalones".