Armando Álvarez enviado especial a Tarragona

2 - Nastic: Rubén, Óscar López (Miku, m.67), Abraham, Mairata, Mingo, Abel, Medina (Diop, m.79), Campano, Jandro, Adrián (Maldonado, m.46) y Moisés.

1 - Celta: Esteban; George Lucas, Rubén, Peña (Vila, m.14), Roberto Lago; Nuñez, Vitolo, Michu, Jorge; Diego Costa (Suárez. m.82) y Okkas (Perera, m. 71).

Goles: 0-1, m.74: Nuñez; 1-1, m.82: Mairata; 2-1, m.87: Miku.

Árbitro: Pérez Lima, del colegio canario. Mostró cartulinas amarillas a Mingo, Jorge, Okkas, Mairata,

Incidencias: Partido correspondiente a la jornada treinta y cinco de la liga BBVA disputado en el Nou Estadi de Tarragona ante unos 7.000 espectadores.

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El Celta no se conforma con decepcionar a su hinchada de forma sistemática. Su comportamiento en Tarragona bordea la crueldad. Núñez marcó en el minuto 74 un gol que devolvía algo de vida al celtismo. En el 88, las ilusiones se habían vuelto a desmoronar de forma estrepitosa.

La remontada furiosa del cuadro local se antoja lógica. El Celta reincidió en sus pecados del curso. Principalmente en su incapacidad para imponer el discurso futbolístico que le interesa. Aceptó en todo momento la propuesta catalana. El adversario modesto siempre le contagia sus miserias y ninguna de sus virtudes. De ahí que el ascenso no se haya escapado ante la Real o el Sporting, sino ante el Xerez o el Racing.

Poco queda de Nástic que encandiló en Balaídos. El pánico lo ha convertido en un conjunto previsible y rústico, que tiene en Moisés al destinatario único de sus pases. Rubén intercambió con Peña su posición para batallar con el ariete. Pero eso no impidió que el boliviano se lesionase. Sin centrales a mano, Antonio López volvió a apostar por Vila.

El encuentro se escribía con el trazo grueso escogido por el Nástic. El Celta se dejaba dominar o al menos no ponía mucho empeño en adoptar otro papel. Como las acciones locales se saltaban sistemáticamente la medular, los celestes no conseguía montar contras rápidas y se espesaban en el ataque posicional. La nada, en resumen. Una especie de vacío existencial apenas roto por una vaselina imprecisa de Okkas y un disparo de 40 metros de Jorge.

El fútbol, que se aplica en teoría a ras de tierra, se había desarrollado a la misma altura que el castellet que una agrupación local formó durante el descanso. No es el ecosistema natural del Celta. A tantos metros del suelo, le falta oxígeno. Y pese a saberlo, no fue capaz de descubrir cómo lastrar el balón, que parecía un globo aerostático. Participó incluso con entusiasmo del pelotazo. Ambos rivales confiaban en esa lotería del mal rechace o el fallo individual. El recurso de los mediocres.

Ferrando agitó el banquillo para deshacer la encalmada. La salida de Miku aportó energía. Ese arreón perjudicó de inicio a los locales. Se desajustaron y por la grieta se coló Perera, el más listo, letal en su pase a Núñez.

Ni así, con viento a favor, fue capaz el Celta de modificar la dinámica. Esteban encadenó pequeños milagros hasta que se rindió a la cabezazo de Mairata. En la locura final, el Nástic se movió más cómodo. Los celestes hubieran necesitado cerebro y otra vez equivocaron de riña. Miku fabricó un gol imposible, que hizo estallar las últimas esperanzas viguesas. Es el final adecuado para este campaña. El suicidio que corona la larga serie de desastres.