Emmanuel Macron, en su discurso ante el Parlamento comunitario, ha llamado a la refundación de la Unión Europea en un momento en el que ésta atraviesa por una situación crítica. Expresándolo con una metáfora, parece que la nave "Europa" zozobra en medio del proceloso piélago de la globalización, batida a babor y estribor por las inclementes olas del populismo y el nacionalismo , y a bordo ni siquiera sus tripulantes se ponen de acuerdo sobre cómo maniobrar para evitar su hundimiento. El cocapitán Macron, en esta difícil coyuntura, insta a promover reformas en el buque -de sesenta años de antigüedad- para salir adelante. Con este fin, sugiere incrementar la "soberanía europea", acabar con las diferencias norte-sur y este-oeste, superar los "egoísmos nacionales", tomar en serio la "cólera de los pueblos" perjudicados por la crisis y hacer reformas , asumiendo las exigencias del feminismo, la inmigración, el ecologismo y la economía digital. No solo hay peligro de naufragio, sino también de amotinamiento. ¿Logrará el joven timonel convencer a la tripulación, enderezar el barco y llevarlo a buen puerto? No parece que otros grandes buques de renombre (el "Rusia",el "Estados Unidos" o el "China") estén especialmente motivados a socorrer a "Europa", antes bien a veces semeja que esperan su desgüace para hacerse con las piezas sueltas a bajo precio. ¿Qué debería hacer el pasaje -la ciudadanía- en estas circunstancias? No queda otra que colaborar a achicar el agua, reforzar el casco y adecentar el puente y la sala de máquinas, no solo porque éste sea nuestro barco y de lo contrario nos vamos a pique, sino porque, como dijo Churchill de la democracia, esta nave, "Europa" , sigue siendo la menos mala de las existentes, la más "marinera" para surcar los embravecidos mares del mundo actual.