Al entrar en el recinto abierto de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de este mi pueblo, tal parece que uno se encuentra dentro del más genuino populismo del bolero y ya no distingue entre bolos y bulos.

A menudo pienso que tratan de hacernos tontos señalándonos la purísima gota del nuevo estramonio, es decir, que dan a entender que hacen siempre lo que pueden, que no es siempre lo que quiere o le demanda todo el mundo -las ciudadanas y los ciudadanos de este Ayuntamiento de Negreira- , olvidándose que aquellos a menudo tienen otra versión u opinión para ayudar a los más necesitados.

Y así no es raro que muy a menudo y sin contar con los vecinos, la parte teórica de estos Servicios entre en colisión con su parte práctica.

Viene este a cuento de que llevo, como otra mucha gente, reuniendo o reciclando según las pautas del consumo familiar, dentro de una bolsa los tapones de plástico de las distintas botellas para la entrega al Servicio Social y que este los remita a las personas que los demandan para paliar sus necesidades.

Colaboración totalmente desinteresada a la que vengo contribuyendo desde hace ya algún tiempo. Y que una vez completado el cupo de su almacenaje, lo depositaba en la entrada del Ayuntamiento. Pero hete aquí que desde hace unos días en el lugar de entrega pusieron un letrero que dice que se haga en los locales del Instituto de Enseñanza Media, al que tengo, -tendría, ya que no- que desplazarme exprofeso quedando totalmente a trasmano de mi residencia. Por frente de la Casa del Pueblo, -como algún que otro (muy pocos pero aún quedan) melancólico zopenco le sigue llamando- suelo pasar dos o más veces al día, como tantos otros vecinos donantes, comodidad que facilita tanto nuestra modesta y caritativa ayuda. Pero no. Lo han trasladado al incómodo instituto.

Y de verdad, yo lo siento, pero ya he dejado de reunir más tapones para tal Servicio Social de este mi pueblo.