Debo reconocer que siempre he sido un impaciente pero, sobre todo, un escéptico. ¡Qué le vamos hacer! Empezar una serie de siete temporadas por los dos últimos capítulos e intentar enterarse es como querer saber por qué Kim Jong-un puede seguir amenazando al mundo, con la inestimable ayuda de su compañero de reparto Donald. O cómo después de atentados terroristas la bolsa puede seguir haciendo ganar dinero a unos cuantos. O de cómo era, y es posible, que el dinero del "bueno" de Pablo Escobar tuviese refugios legales donde ocultarse. O de cómo se puede tramitar el rescate de un barco secuestrado en aguas somalíes sin que ello pueda dejar un rastro cibernético. En definitiva: ¿es lo mismo un banco de niebla que un banco?

Cada día que pasa tengo más claro que, al igual que la niebla, todo puede ser ocultado si se está dispuesto a pagar lo suficiente. A pesar de que los primeros banqueros eran avispados burgueses que se instalaban en sus bancos de madera en las plazas de las ciudades para captar dinero de la gente, a cambio de un boleto o billete en el cual el banquero reconocía su deuda. Estos fueron los primeros "billetes de banco". De ahí pasamos al banco de hierro que financia los ejércitos de mercenarios de una sensual reina de "Juego de Tronos"; algo muy cercano a la realidad. Ya que un banco de hierro no puede ser destruido ni controlado eficazmente para extinguir las líneas de financiación de todos aquellos que no debieran compartir este mundo. Mientras tanto, estoy intentando incubar unos huevos de lagartija a ver si tengo suerte y me salen tres dragones que me ayuden a arreglar este sin dios.