El siempre sorprendente presidente Putin ha logrado amasar una fortuna de nada menos que 40.000 millones de dólares con un sueldo anual de 110.000 dólares. Esta nueva transformación del agua en vino comenzó su andadura allá por la década de los noventa cuando Vladimir Vladimirovich Putin siendo alcalde adjunto de San Petesburgo adquirió una casa en Alicante. Curiosamente, de las arcas de esta ciudad desaparecieron millones de dólares hacia Twenty Trust, la empresa que financió la casa del oligarca en Torrevieja. El camino desde una modesta vivienda hasta una dacha en el Mar Negro valorado en más de mil millones de dólares parece un camino casi imposible de imaginar y menos de recorrer. Por ese motivo Estados Unidos consideraba que la reacción más eficaz contra la anexión de Crimea por parte de la Unión Soviética no debería ser una confrontación armada, si no atacar al patrimonio económico de todas esas fortunas que han crecido a la sombra del bueno de Vladimirovich. Y ahí es donde empieza nuestra historia, justo cuando los dos presidentes de las naciones más poderosas de la tierra, en términos militares, se agasajaban con reiteradas ofensas públicas, en una situación en la que ambos se encontraban en una especie de empate técnico: Crimea no sería devuelta a Ucrania bajo ningún concepto y el dinero de los millonarios rusos se movería con mucha menos fluidez fuera de sus fronteras. Llegados a este punto, solo cabía cambiar de interlocutor pero, ¿cómo conseguirlo? Es evidente que nada le hubiese gustado más al presidente Obama que haber podido teletransportar a Marte a su homólogo, no obstante en Rusia existe un único Zar, amigo de otros zares como Berlusconi, Alasat y ahora Trump: el individuo que dejará que los rublos se transformen en dólares custodiados por el antes jefe de Exxon Mobil y ahora investido en la "Casa Dorada" como secretario de Estado, a pesar de sus estrechas relaciones con el gobierno ruso.

Unos e-mails más, unos e-mails menos. ¿Quién se acordará pasado el tiempo? La historia reciente nos dice que hubo otro demócrata que perdió unas elecciones, también en Florida, por unas falsas papeletas que, a la postre, condujo al mundo a una falsa guerra a un país en el que decían que había armas bacteriológicas, pero sobre todo sabían que había petróleo.

Señor Obama, señora Clinton, no es nada personal, son solo negocios.