"Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la Humanidad; por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti". ("Las campanas doblan por ti", John Donne, poeta metafísico inglés, S. XVII).

Tristeza y rabia me han producido la muerte de una anciana de 81 años en Reus, causada por el incendio de una vela, ya que la empresa suministradora de electricidad, le había cortado la luz por falta de pago. Una tristeza que golpea al alma de todo hombre de bien; rabia por cuanto la muerte pudo haberse evitado, legislando y ejecutando normas en contra de la llamada pobreza energética.

El partido en el Gobierno ha tumbado cuantas iniciativas legislativas sobre la materia desde que su presidente ha llegado a la Moncloa. Es más, impugnó un decreto-ley de la Generalitat Catalana, acudiendo al Tribunal Constitucional por invasión de competencias. Pero tampoco ha legislado nada al respecto, teniendo, como tiene, competencias sobre política energética. Si no lo ha hecho es porque niega la existencia de pobreza energética, siendo como somos, según dicho partido, un país en vía rápida para recuperar la riqueza perdida durante la crisis.

La ACA (Asociación de Ciencias Ambientales) en su estudio de 2014 "Pobreza, vulnerabilidad y desigualdad energética" da cifras espeluznantes. El 11% de los hogares españoles (más de 5 millones de ciudadanos) se declaró incapaz de pagar facturas para mantener una temperatura adecuada en invierno; un 67% de aumento entre 2008 y 2014 en la factura del gas; un 73% en el recibo de la luz; un 3% de los hogares españoles destina más del 20% de sus ingresos al pago de los suministros energéticos. Más que números, son personas las que lo sufren.

Por el contrario, el presidente de la CEOE, como consejero de la empresa suministradora autora del corte, en ese período se ha aumentado el sueldo un 64%. La empresa ha cerrado el último año fiscal con 1.502 millones de beneficios, repartiendo 933 millones en dividendos. Sin olvidar los montantes percibidos por políticos por la llamada entrada de puertas giratorias, que nos siguen dando lecciones de honestidad política. ¿No es así, señor Felipe González?

El Ayuntamiento de Valencia, con infiltrados de la dictadura venezolana, ha decidido paliar el grave problema de la pobreza energética asumiendo el pago de 2.500 facturas de suministro energético libradas a cargo de personas incapaces de satisfacerlas. Por algo se empieza. Digo yo que de algo servirán los donativos de Maduro, ¿no señor Inda? Y si tan demócratas europeos nos sentimos tomemos nota de la Ley de Tregua Invernal de la vecina Francia.