Me duele y me pone de los nervios la insistencia con que el cura de la parroquia en el sermón de la misa dominical, domingo sí, domingo también, nos da la triste noticia de la muerte de un sacerdote de la diócesis del que lleva un minucioso y doloroso recuento y van? y, al paso que van pronto habrá de asimilar o considerar una nueva fórmula para sustituir a aquellos y no tener que cerrar las iglesias.

Personalmente me hago el fuerte y pienso que después de 2.000 años Dios dispondrá convenientemente.

Mientras tanto asisto consternado al continuo saqueo y consiguiente profanación de capillas e iglesias parroquiales solitarias. La última fechoría arrambló con la cruz parroquial del siglo XVII, -particularidad de un Cristo agónico- cuyo valor en aquel tiempo fue de 608 reales.

Esta creciente moda de asalto a capillas con la consiguiente profanación de imágenes y pintadas correspondientes no solo es una total falta de respeto a los católicos y libertad religiosa sino también unos actos vandálicos a los que la Justicia debe poner coto a esos auténticos terroristas que no saben que la Virgen y su madre también fueron mujeres.

El domingo estábamos en el atrio esperando al cura mientras comentábamos las rozaduras de una pata de cabra en un intento fallido por abrir la puerta grande de la iglesia cuando "Muiñeiras" -el simpático de la aldea- interrumpiendo las silenciosas oraciones y demás bisbiseos de las mujeres, pontificó en alta voz que la única solución era dejar unos libros del Corán y otras religiones para que también los violadores dejaran en ellos su huella profanadora y luego mandarle una foto a nuestros amigos árabes. A ver si se atrevían. Remató. Viniendo de quien viene hasta incluso me pareció acertada. Ni que decir tiene que a partir de ese día el "Muiñeiras" subió muchos enteros en mi estima y calificación personal.