Cruzar las fronteras es la única manera hacia el progreso, pero las personas no pueden vivir sin ellas. El ejemplo lo tenemos en nuestras casas, pues siempre tenemos la puerta cerrada. Esta frontera nos protege y nos hace más libres y esto también lo vemos en los concellos, provincia y país. Esto también lo podemos aplicar en la demarcación cultural o esferas protegidas en su filosofía cultural, donde fácilmente se puede identificar.

Hoy, todo cambia continuamente, vemos más flexibilidad e inmadurez y esto hace que se pierda la singularidad de la identidad. Los ciudadanos que sienten la pérdida de su identidad, buscan su recurso en partidos políticos y movimientos que quieren cerrar las fronteras. Pero las fronteras no pueden ser muros como aquel de Berlín. Las personas necesitan cruzar las fronteras y esto también vale para la economía y cultura. Las personas quieren salir de sus puertas, ver algo del mundo y aprender de otros. Las personas, países y culturas con sus fronteras cerradas, dificultan su propia política, economía, desarrollo cultural y social.

Barcelona contra Madrid, Cataluña contra el resto de España, aquí vemos el chauvinismo y nacionalismo, pero también una ventaja en los ciudadanos con un sentimiento de identidad desarrollado, pero también una desventaja de enemistad entre ellos, regiones, países y culturas.

La euforia de la caída del Muro de Berlín (1989) ya se ha olvidado. Hoy en el año 2016, los políticos catalanes quieren elevar fronteras entre nosotros y esto no se debe permitir, pues no queremos que la historia se repita.