Se fue con su voz quebrada, poderosa y triste. Era un músico y poeta que, como todos los grandes y malditos, su talento encontraba la poesía en todas partes.

Le conocía y disfruté de su música en directo, escuchándole en cualquier conversación; de sus palabras brotaba espontanea su poesía, impregnando de magia el aire. Su fascinación por el rock y el blues lo sedujo hasta zambullirse en el mar de la música. Sus letras reflejan sus crisis personales que resuenan con las nuestras. Se sentía como un extraño en el paraíso, un juguete roto de la desilusión. Exhalaba el aroma de un superviviente que emergió de su propio infierno, al que lo llevó, atrapándolo una y otra vez la seductora y asfixiante hiedra de la adicción.

Mucha de su música y poesía sintoniza con mis emociones pero, sobre todo, su lección de vida, por el respeto y admiración que me despierta todo ser humano que tiene la valentía de superarse a sí mismo. Tocó fondo, luchó y luchó y recuerdo escucharle: "Cada día soy un soldado que me levanto a la batalla y por la noche me acuesto y descanso. Si tú te rindes no te salvas".

Después de 7 años de silencio resurgió como un ave fénix de sus cenizas y ahora estaba en plena gira, con disco recién editado, programas y documentales emitiéndose en TV, se despidió desde lo alto y el destino quiso que su último concierto, el 19 de marzo pasado, fuera en el magnífico auditorio Alfredo Kraus, ubicado en un lugar privilegiado acariciado por el mar de mi querida isla de Las Palmas de Gran Canaria (en la que viví varios años). Ahí ya se empezó a sentir mal. Su dignidad y coraje de guerrero le hizo resistir todo el concierto, siendo éste inolvidable. Después, al finalizar, tuvo que marcharse al hospital. Le esperaba, en este momento dulce de su vida, un duro combate. Agazapado y silente hasta ese momento, estaba acechando un inesperado enemigo del que ya no se pudo librar. Un cáncer.

Ahora, estarás amigo Manolo dejándote llevar, acariciado por la espuma de las olas, como tú cantabas, "llévame libre y salvaje, llévame hacia el mar", "al encuentro de ese océano de luz, en una nueva dimensión, donde encontrarás tu merecida paz".