Objetos para el día a día, como paneras, fruteros, lámparas, cestas con asa trenzada, así se denomina un oficio que se está perdiendo y donde quedan pocos artesanos que se dediquen a realizarlo.

La cuestión clave para la continuidad del oficio es la falta de clientes. Hay reparaciones o encargos, pero no los clientes de antes de los años sesenta. En el Casco Viejo, paseando, te encuentras una de las calles más bonitas, la cual lleva el nombre calle de los Cestos.

En la calle de los Cestos había cerca de veinte artesanos, que trabajaban todo el día con mucho esfuerzo para sacar sus oficios adelante, como la cestería, donde abundaban las ventas y daba gusto ver la calle llena de gente comprando y admirando lo que realizaban los artesanos que se dedicaban a ella.

El mimbre ha sido usado desde antaño para realizar las diferentes cestas y donde han pasado horas y horas. Hoy en día la cestería es una de las manualidades más entretenidas y donde las ventas, poco a poco, se fueron recuperando a medida que se sucedían los encargos.

Es uno de los patrimonios culturales y artísticos como la expresión de ideas, sentimientos y experiencias y donde se participa en la recuperación de un oficio, la cestería, con la cual lleva su nombre y se trata de recuperar.

El fruto del oficio de la cestería ha estado muy presente en Vigo y donde se destacan algunos tipos de cestos de vendimia, más conocidos como culeiros.

El oficio de cestero antiguamente estaba en manos masculinas, aunque poco a poco se ha ido incorporando en su elaboración la mujer. Se ha ido transmitiendo de padres a hijos dedicándose a él familias enteras.

Son estes cestos, el desenvolvimiento de una cestería para el mar de singular riqueza y variedad, como es el caso de las patelas donde las señoras las llevaban en la cabeza con el pescado para venderlas en la plaza.

Solo los cesteros se mantienen fieles a esta tradición, que lleva camino de convertirse en una leyenda.