Zombis del siglo XXI deambulan por las calles. Pero que no cunda el pánico, no hay que temerles porque no van a venir directamente a hacernos daño, son inofensivos en sí mismos. Los reconocemos porque caminan cabizbajos, como mirando al suelo pero sin tan solo verlo: su visión queda interrumpida a mitad de recorrido. También cruzan las calles independientemente de que haya un semáforo, en rojo o verde, un paso de cebra, o una avenida con tres carriles de ida y otros tantos de vuelta sin posibilidad de que no los atropellen a menos que frenen los coches.

Lo que sí es cierto es que pueden producir accidentes, choques, y que nos tengamos que retirar cuando vamos de peatones si no queremos que choquen con nosotros. Ellos caminan ausentes, no ven lo que sucede a su alrededor, por eso pueden causar dichos accidentes. En momentos podemos llamarlos, intentando requerir su atención, pero quizás no seamos capaces de conseguir que nos oigan. Éstos hasta puede parecer que van "fumados". Otras veces se quedan hieráticos en el medio de la acera, como árboles inconvenientemente plantados, pero sin vida, cual farolas. Su actitud puede ser circunspecta y su forma lacónica, o pueden reír compulsivamente y soltar palabras... para nosotros sin sentido.

Pero lo sorprendentemente paradójico, a pesar de nuestras precauciones, es que un día tropezamos con ellos: ¿por qué chocamos?, ¿cómo es posible que no los hayamos visto y esquivado? La respuesta es sencilla y..., ¡horror!, nos damos cuenta de que nos han fagocitado, que nos han abducido, que nos han hecho uno más de los suyos y que nos hemos convertido en el tipo de zombis que ellos son. También andamos ya viendo para abajo. Y si no estás seguro de que tú hayas sido transformado, hazte una sencilla prueba mientras caminas: fíjate en tu mano..., ¿tienes un móvil en ella? Y ahora contabiliza las veces que estás tecleándolo; mide el tiempo que estás pegado a él y mirando para él. Compara el tiempo que vas viendo para el móvil en comparación con el que ves al frente mientras caminas. Pues si tienes el móvil en la mano como un apéndice más del cuerpo, solo la cirugía podrá separarte de él. Como le diría Quevedo a Góngora (si estuvieran vivos actualmente) "has llegado a ser un hombre a su móvil pegado".

Si te sientes identificado con esa descripción, es porque ya eres uno más de ellos. Y si aún no lo eres, preocúpate seriamente, ¡pronto podrás llegar a serlo!