Hoy, en Mondariz Balneario, tendrá lugar un homenaje a una figura política de la que ahora, con la distancia que permiten los años, podemos ponderar más adecuadamente.

Sin duda, su currículum político y su gestión merecen la más alta consideración. Pero estos, que sin duda serán ponderados por los organizadores del acto, no deben hacer olvidar otro aspecto aun más merecedor de encomio y alabanza: la intachable trayectoria ética de esta persona, tanto en lo político como en lo personal.

Decía Aristóteles en su tratado de Política que los políticos pueden ser de dos tipos: los que buscan su bien particular y los que buscan el bien común. D. José Castro ha sido, sin duda, uno de los más preclaros ejemplos del segundo tipo de político.

Los que hemos tenido la fortuna de conocer más o menos de cerca su forma de comportarse, sabemos que esta rectitud la ha mantenido siempre de modo admirable: en los momentos de merecido encumbramiento en la vida política y en los momentos de dolorosa traición por parte de algunos cercanos, en los momentos en que su justa fama era vox populi, y en los momentos en que ha sido vilmente difamado. En todo momento, su magnanimidad y su altura de miras han sido admirables. Siempre ha buscado el bien para el mayor número, con indudable sacrificio de su vida privada y sin concesiones a ningún tipo de vileza.

Por todo ello, es de celebrar este homenaje al que me adhiero vivamente, pues estamos no solo ante un buen político, sino ante un político ejemplar en quien política y ética han ido siempre de la mano.