Históricamente, los grupos humanos comienzan su organización en torno a un jefe o líder, y este fenómeno, con la posterior agrupación de miembros, que se entienden con el mismo lenguaje y aceptan las mismas reglas de comportamiento, forman las primitivas "naciones". La conquista de territorios, el sometimiento de sus habitantes a los jefes de grupos, van configurando la posterior cultura feudal, en la que el más poderoso se transforma en el rey y los siguiente jefes, le deben obediencia y pagan tributo de lo que recogen de sus súbditos.

Posteriormente la evolución crea espacios de control que se denominan países, cuya delimitación se logra por conquistas, accidentes geográficos, etc., y cuya variación se produce por pactos o más habitualmente como producto de conquistas bélicas, que hace que los límites mencionados cambien a lo largo de la historia.

La consolidación de una nación conlleva la posibilidad de un entendimiento por lenguaje común, el uso de distintivos comunes, como bandera, himno, fechas señaladas de su historia, y un largo etcétera.

Hoy vivimos en España una época oscura y difícil. A lo largo de años políticos que aprovecharon sentimientos difusos de diferenciación en nuestro territorio consolidaron un fenómeno de separatismo y rechazo a miembros de otras regiones, que cuesta entender cómo se solucionará.

El uso en público de nuestra bandera nacional, cuya existencia se remonta a finales del setecientos, es casi imposible, y vemos que, cualquiera que sea el origen de una manifestación, se visualizan insignias de un amplio espectro, desde banderas deportivas, gremiales, comunistas, hasta las del arco iris, pero nunca la insignia nacional que debería ser la de todos. Nuestro himno, carente de letra, es fácilmente abucheado en cualquier acto político o lúdico.

Nuestro sistema educativo, incluida la Historia, varía según la comunidad, lo que en algunas es más llamativo, dado que el castellano, lenguaje común de España, no se enseña.

Es impactante escuchar en boca del presidente de la Generalitat que un 70 % de la población de Cataluña no es autóctona y que sin embargo está convencida de la necesidad de independencia (porque España les roba).

Desconozco cuál será nuestro futuro, pero sé que un país en el que sus ciudadanos no tienen el orgullo de pertenecer, en que cada una de las 17 comunidades reclaman beneficios difenciados, que el Estado central permite a cada una decidir sobre educación, lengua y sanidad, por ahora, posee muy pocos elementos aglutinantes que permitan configurarla como nación.