Despertaba blanca la primavera en Galicia en mi adiós. Para el camino por el cielo me provisioné de lectura trascendente. Siempre -es superior a mí- me parece una ruta muy seria. Metí en la maleta también a "Un poeta en Nueva York" de Federico García Lorca.

La ciudad neoyorquina me recibe de blanco también. El de la nieve que el calor de la familia derrite. No vine por turismo. Tampoco es el mío un viaje cultural. Aunque aprendo mucho. Aprendo en esta inmensa nación. Aprendo lo que hacer y lo que evitar. Aprendo sobre todo con los niños. Ellos son el motivo de mi viaje. ¡Vengo a ejercer mi condición de abuelo! A disfrutarla. Hace tiempo que soy joven y ellos prorrogan mi juventud. La actualizan. Son las golondrinas de primavera de mi vida. Con sus cinco y dos años y medio, Sofía y Diego, son unos expertos informáticos. Hábiles en el manejo de sus artilugios electrónicos. Le dan mil vueltas a este abuelo que necesita del manual de instrucciones hasta para manejar un simple legón.

No es una broma el título de la carta. Se puede descansar en Nueva York. Habría muchos elementos previsiblemente perturbadores que descartasen la condición de esta ciudad como candidata para la paz. Los once grados bajo cero con que me recibe. La torre de Babel de sus lenguas. Los alquileres abusivos que como tenias nauseabundas se tragan la mayor parte del salario. La posibilidad de que el Toro de Wall Street, con sus tres toneladas en bronce, eche a andar. El intensísimo tráfico de vehículos y aviones. Las luces y reclamos de "Times Square" en la Séptima Avenida que todos vimos al menos en las películas. El capitalismo radical que descarta y mata. Hombres y mujeres descartados, mendigos. Privados de los bienes básicos del estado de bienestar que otros tienen por duplicado, triplicado y aún centuplicado.

Ni siquiera el vértigo de los rascacielos -Empire State, Chrysler, Rockefeller€- quebrantan mi descanso. Ni la memoria del criminal atentado a las ya reconstruídas Torres Gemelas del World Trader Center. El bien es superior al mal. El amor, al odio. Mientras haya niños habrá razón bastante para el sosiego y la paz. Ellos son los titulares y con su sonrisa los testigos de esa herencia divina...

Pero Nueva York tiene también sus espacios y sus tiempos propicios para el relax. Calles amplias. Espacios para el recreo, ocio y deporte. Parques tan grandes como algunas de nuestras aldeas. Central Park en Manhattan. En Brooklyn, Prospect Park, a donde vamos a diario con los niños. Sus más de dos kilómetros cuadrados encierran una rica fauna y flora compatible con campos de deportes y juegos para niños. Rutas de senderismo. Pistas de atletismo, ciclismo y patinaje.

Los mismos cementerios constituyen un lugar privilegiado para el descanso. Y no solo para los muertos. Las autoridades -a pesar de las presiones e intereses inmobiliarios- respetan el lugar y sus dimensiones originales. Cuántos paisanos, algunos alcaldes, en nuestra querida España repetirían escandalizados el farisaico cuento de Judas: "¡Podrían meterse todos los huesos en una tumba común y edificar luego el resto del terreno para viviendas de los pobres!" .Pasé toda esta mañana recorriendo parte de las 478 hectáreas del "Green-Wood Cemetery"! Hay mucha vida en este cementerio! Es un auténtico parque natural en su fauna y flora. Bosques de árboles centenarios. Jardines. Lagos, senderos y pistas. Constituyen además sus sepulturas un compendio de arte arquitectónico y escultórico. Una biblioteca de la historia las inscripciones de sus más de 600 lápidas. Ha nevado y todo el Green-Wood es una enorme alfombra blanca. Los árboles desnudos tiemblan de frío sacudiéndose la nieve€

Acaso por eso -y recordando a la primavera que me vino a despedir en mi salida- añoro hoy a Vigo y el camino de la aldea de mi infancia, Salceda. Pero como los versos de "Un poeta en Nueva York" en mi venida, pueden esperar. De momento estoy muy feliz con mis nietos Sofía y Diego, de descanso en Nueva York.