El pasado día 28 tuve una cita muy especial en el bar Hipólito, local mítico de la calle Castrelos, para ver una película con música en directo. Se trataba de "Nosferatu", la original de 1922 basada en la novela del gran Bram Stoker. Unos geniales protagonistas gesticulaban mudos y en blanco y negro, delante de un público igual de mudo y maravillado por las "viejas tecnologías".

El pianista nos hizo vibrar durante noventa minutos contagiándonos con su pasión en los momentos estelares de la cinta, mientras su compañero provocaba sonidos acoplándolos a la perfección para crear así la atmósfera apropiada.

Por momentos pensé oler la tierra en la que el vampiro reposaba durante su viaje en barco a Inglaterra, y creí sentir sus dedos largos de afiladas uñas buscando mi cuello.

Es una pena que no haya iniciativas de este tipo en más locales, dando así la oportunidad de disfrutar del arte en sus facetas más alternativas.

Un "olé" por el Hipólito y por los chicos que nos hicieron disfrutar de un rato de evasión y distracción, y mis felicitaciones a todos aquellos que nunca dejarán que muera el cine mudo, aunque hayan pasado más de noventa años.