El alma de un país se puede intuir a través de su cultura. Sus películas también. Incluso, como apunta el descendiente de georgianos Levan Akin, en el baile tradicional. En su película esa danza, para quienes velan por que se mantenga fiel a las ideas conservadoras que le asocian, va más allá de la expresión cultural de un pueblo: es un reflejo de sus valores. Casi funciona de síntesis de un espíritu nacional que en "Solo nos queda bailar" se presenta reacio a admitir que un joven bailarín pueda descubrir una atracción sexual por un compañero. Akin combina con plenitud las dos esferas, la política y la personal, y nos regala unos hermosos pasos de baile que dan pie a la reflexión.