La reina Isabel II “no fue consciente de nada” antes de morir

e.p.

Isabel II traspasó los límites de la historia y el tiempo. Su larguísimo reinado, arcaico, irreal, era una reliquia en el siglo XXI, que los británicos veneraban como un tesoro. El Reino Unido estuvo de duelo el 8 de septiembre por la mujer que ha sido una presencia al mismo tiempo íntima y distante en la vida de los ciudadanos de cualquier edad. Una figura omnipresente. Su efigie se replicaba en monedas, sellos, billetes de banco, retratos oficiales, o el óleo torturado de Lucian Freud. El himno nacional pedía a Dios su salvación. Verla avanzar solemne cada año en la ceremonia de la apertura del Parlamento era contemplar un ritual que enlazaba con las viejas glorias de la nación que fue el mayor imperio del mundo.

La reina falleció en torno a las 16:10 (horas de España) a los 96 años y solo dos días después de cumplir con su último acto oficial: recibir a la primera ministra Liz Truss en el castillo de Balmoral. Ahora se han conocido detalles de cómo fueron sus últimas horas de vida y de los movimientos de la Familia Real en esos instantes previos a la despedida de la que para ellos era su madre y abuela más allá de ser la jefa del Estado.

Charles III: New King, New Court. The Inside Story, biografía escrita por el periodista del Daily Mail Robert Hardman, saca a la luz un documento privado depositado en los Archivos Reales y escrito por Sir Edward Young, secretario privado de Isabel II que se encontraba en Balmoral en el momento del fallecimiento. En el texto se puede leer: “Muy tranquila. Dormida. Se fue. La avanzada edad. Ella no fue consciente de nada. Sin dolor”. Hasta el momento solo se sabía que había muerto pacíficamente ya que es la frase que usó el Palacio de Buckingham para comunicar oficialmente la triste noticia.

En el citado libro explican que después de que el secretario de la Reina escribiera su nota, un lacayo trajo una caja roja cerrada con llave que contenía en su interior papeles encontrados en el lecho de muerte de Isabel II. Concretamente había una carta sellada para Carlos III, su hijo mayor y encargado de sucederla en el trono, y otra para el propio Edward Young. También había un listado con su propuesta de candidatos para recibir la Orden del Mérito. Este gesto refleja por un lado que la monarca era consciente del deterioro de su salud y por otro que su gran sentido de la responsabilidad se mantuvo intacto hasta el último momento.