En el tiempo que se tarda en leer los siguientes párrafos, el productor, guionista, director de cine y televisión estadounidense Ryan Murphy, de 56 años, podría idear e incluso enviar a producción una nueva serie. Pero es posible que sepamos poquísimo de ese nuevo proyecto hasta el mismo día del estreno, o casi: el último éxito del poderoso productor, la serie “Dahmer”, se estrenó medio por sorpresa el pasado 21 de septiembre y sigue encaramado al número uno global de series en la plataforma.

Eso sin ser, en principio, una serie para todo el mundo, sino una biografía a fuego lento del llamado carnicero de Milwaukee, asesino en serie y agresor sexual que entre 1978 y 1991 mató a 17 hombres y chavales, muchos de ellos de color, a veces desmembrándolos y en algunos casos comiéndoselos. Murphy y su colaborador habitual, Ian Brennan, tratan de comprender al monstruo, pero lejos de cederle todos los focos, dan también relieve humano a sus víctimas, que, de no ser por la homofobia y el racismo vigentes entonces (y ahora), habrían sido muchas menos.

Con este terrorífico asalto por sorpresa, el creador de fenómenos como “Glee” y “American horror story” se ha convertido de nuevo en nombre en boca de muchos, incluyendo una crítica televisiva estadounidense que se ha acostumbrado a derribar sus producciones de forma misteriosamente sistemática. En lo personal, digamos que Murphy es también un enorme luchador por los derechos de la comunidad LGTBI, está felizmente casado con el fotógrafo David Miller desde 2012 y han formado una familia numerosa.

No siempre reconocido

Ahora Murphy quiere que sigamos hablando de él todo el otoño: el próximo día 13 estrena, también en Netflix, el thriller de invasión doméstica “Vigilante”, con Naomi Watts y Bobby Cannavale, y solo seis días después, al menos en EE UU, arranca la ¡undécima! temporada de “American horror story”, de la que poco se sabe más allá de su paisaje neoyorquino.

Aunque regida por una amarga solemnidad, “Dahmer” sigue conteniendo trazas del humor negro como el carbón que ha caracterizado a Murphy desde sus inicios, cuando trató de reventar la tele mainstream desde dentro y aportar una sensibilidad queer y un sano componente satírico a subgéneros establecidos, de la serie de instituto (“Popular”, el fenómeno “Glee”) al drama médico (“Nip/Tuck. A golpe de bisturí”).

A veces se olvida, porque su curso ha sido irregular, pero “American horror story” fue pionera en varios sentidos: una apuesta por el terror gráfico bastante inaudita en el medio televisivo y una estructura de antología (a razón de historia por temporada) que después seguirían “True detective”, “Fargo” o el propio Murphy con “American crime story”. La primera entrega de esta última, El pueblo contra O.J. Simpson, generó tal consenso crítico y popular que Murphy se vio con libertad para hacer cualquier cosa. Sobre todo porque hubo una compañía dispuesta a pagarle 300 millones de dólares. Su lucrativo acuerdo de cinco años con Netflix (2018-2023) hizo correr ríos de tinta y es una posible explicación de por qué tantos críticos le odian. “El asesinato de Gianni Versace”, claro precedente tonal de “Dahmer”, o el unicornio “Pose”, caso pionero de serie guionizada con alto número de intérpretes trans, aún se salvaron de la animosidad, quién sabe si por no formar parte del acuerdo con Netflix.

Aciertos y desaciertos

“Llámame camp”, decía Murphy en un entrevista con Time en septiembre de 2019. “Llámame chalado. Llámame salvaje. Llámame extremo. Llámame errático. Pero no podrás decir de mí que no intento cosas”. Lo contaba alguien que ejerció como periodista en “The Miami Herald”, “Los Angeles Times”, “New York Daily News”, “Knoxville News Sentinel” y en “Entertainment Weekly”. Y que comenzó a escribir guiones a finales de 1990, cuando Steven Spielberg compró su guion “Why Can’t I Be Audrey Hepburn?”.

Murphy ha intentado muchas cosas. Algunas más interesantes que otras. A nadie debería amargarle, aunque lo hizo, una sátira política entre Hal Ashby y John Waters (“The politician”) o una historia contrafactual del Hollywood dorado inclusivo que nunca existió (“Hollywood”). Pero posiblemente no hacía falta contar la historia de orígenes de la enfermera jefe de “Alguien voló sobre el nido del cuco” (“Ratched”).

“Dahmer” es mejor serie desde Halston, con Ewan McGregor (los Emmy no se equivocaron) como diseñador superestrella y Cocteau Twins sonando en el clímax final. Y si “Vigilante” no está a la altura, no pasará nada: tiene en camino una adaptación de “A chorus line” y series sobre el matrimonio de JFK Jr y Carolyn Bessette, las mujeres favoritas (o cisnes) de Truman Capote o la torturada estrella del fútbol americano Aaron Hernández, entre otras que, seguramente, mantiene medio en secreto.