El debut como director en solitario de Ethan Coen ve la luz solamente unos meses después que el de su hermano Joel, “Macbeth” (2021), y es asimismo una historia de ambición y obsesión y culpa: la dilatada trayectoria vital y profesional del pianista Jerry Lee Lewis, también conocido como “The Killer”, que ayudó a poner los cimientos del rock and roll y convirtió el arte de la actuación musical en un acto casi vandálico, y que fue encarnado por el actor Dennis Quaid en el biopic “Gran bola de fuego” (1989).

Presentado ayer en el certamen francés fuera de concurso, “Jerry Lee Lewis: trouble in mind” no es un documental musical al uso pese a que proporciona datos esenciales sobre el periplo de su protagonista. En lugar de una narración lineal y una sucesión de bustos parlantes, la película recopila fragmentos de entrevistas televisivas concedidas por el cantante a lo largo de los años y las combina con impresionantes imágenes de archivo aporreando el piano como si estuviera endemoniado, lanzando la banqueta fuera del escenario de una coz y haciendo bailar sus rebeldes mechones rubios mientras teclea a toda pastilla las notas de clásicos como “Whole lotta shakin’ goin’ on” y “Great balls of fire”, todo ello moviéndose con soltura entre el rock and roll, el blues, el country y el góspel.

Coen no deja pasar más de veinte minutos de metraje antes de abordar el asunto más polémico de la vida personal de Lewis: su boda en 1958 con su prima Myra Brown, un día antes de que esta cumpliera 13 años de edad, una decisión que dañó gravemente tanto su carrera como su imagen pública –“Jerry Lee Lewis acaba de ser padre: ha adoptado a su esposa”, bromea Bob Hope en un momento del filme– aunque no de forma irreparable. El cantante recuperó el favor del público 12 años después, sin mostrar entretanto el más mínimo arrepentimiento por su matrimonio. Según se desprende del documental, nunca le ha importado nada de nada lo que los demás opinen de él. Estamos ante el outsider definitivo.

Polémicas ausentes

Dadas las polémicas que han perseguido a Lewis a lo largo de buena parte de su vida –el músico va camino de los 87 años, que cumplirá el 29 de septiembre y que es el último superviviente de su generación en la que estaban Chuck Berry, Little Richard, Ray Charles o Elvis Presley–, resulta llamativo el desinterés de “Trouble in mind” por explorarlas. Sin ir más lejos, no menciona ni la elevada tasa de mortalidad entre quienes fueron sus esposas ni tampoco alude a la noche en la que disparó al bajista de su banda, y pasa de puntillas también por sus problemas con el alcohol y con las drogas.

Coen se contenta en el documental con retratarlo como un hombre oscuro y complicado, que mientras buscaba la trascendencia espiritual sucumbía a los pecados carnales y a otras tentaciones, y que de no haber sufrido esos tormentos probablemente jamás habría sido capaz de llegar a incendiar como lo hizo todos los escenarios a los que se subió.