Quizá no haya personajes realmente interesantes -de esos más grandes que la vida- en el mundo actual de los focos y el corazón, pero lo cierto es que la televisión está buscando en el pasado reciente esas biografías sabrosas con que atraer al espectador. El éxito de la nueva versión de "Hormigas blancas", formato de reportaje con debate que recupera la vida y la obra de un famoso patrio (Lola Flores, Camilo Sesto y Rocío Jurado, entre otros) a partir de material de archivo, es solo un ejemplo de una tendencia que pronto engordará el nuevo proyecto de los 'Javis', una ficción para TNT que pretende crear el perfil del juguete roto a partir de las peripecias reales de, entre otros, Amparo Muñoz.

La serie, con título aún por determinar y en la que Javier Calvo y Javier Ambrossi ejercerán como productores ejecutivos, contará "la vida de una mujer que regresa a su pueblo después de conocer la gloria de la fama en los años 70 y las miserias de las adicciones". No será un biopic como "Veneno", pero sí una mirada oblicua a la existencia de la mujer bella más triste de todas, la que dijo: "En ocasiones la belleza me ha salvado, como cuando pasaba un mal momento y me ofrecieron la portada de Interviú, pero otras veces he deseado rajarme la cara".

Ojála los 'Javis' restituyan con su serie las luces de la malagueña, porque Amparo Muñoz fue mucho más que un juguete roto; repescar su vida es conocer a una pionera en algún que otro aspecto: plantó cara a los responsables de Miss Universo y renunció a la corona por negarse a participar en "bacanales", mantuvo una relación con un intelectual de la talla de Elías Querejeta, denunció el supuesto maltrato psicológico que le infligió Patxi Andión y las utilizaciones de la industria del cine ("a los directores les importaba un bledo si sabía actuar o no, y a veces los desnudos se rodaban a lo bruto; era como una violación continua", dijo)... Lástima que sus paseos por los arrabales de la drogadicción (fue detenida en Barcelona durante una redada mientras intentaba comprar su dosis de heroína) terminaran por devorar nuestro recuerdo de ella.

La menor de seis hijos, nacida en una familia humilde, tuvo siempre en la belleza su don y su maldición. "La gente se volvía para mirarme", recordaba Amparo, que a los 17 años trabajó como dependienta en unos grandes almacenes; cuentan que los compradores, atraídos por la belleza de la adolescente, casi la trataban más como uno de los maniquís del escaparate que como a una vendedora.

Algo similar le ocurrió cuando, siendo secretaria de una empresa de publicidad, terminó convertida en el propio producto: animada por los clientes de la agencia, se presentó a Miss Costa del Sol. Y ganó. Y fue aupada a Miss España en 1973. Y luego a Miss Universo. Seis meses después lo dejó. Fue la primera de las muchas huidas que jalonaron su vida. Quiso marcar sus reglas, pero su personalidad, tan volátil como extremadamente sensible, impidió a la joven zafarse de las jaulas de oro que este mundo reserva a las bellezas.

Así que su vida, amplificada por los medios de comunicación, casi siempre dados al tenebrismo moralizante, se redujo a titulares para el shock: Amparo caminando peligrosa y confusamente por el balcón de un hotel, Amparo enzarzada en una pelea física con la compañera de un reparto, Amparo demandada por una productora por incumplimiento profesional, Amparo víctima de una paliza en un ajuste de cuentas... De Miss Universo a miss heroína. Al final, ella participó del circo del cuore más tremendista: los coches despampanantes en barrios desaconsejables no se pagan solos.

Amparo Muñoz falleció en marzo del 2011, a los 56 años, víctima de un cáncer cerebral. Apenas podía caminar y no se le entendía casi ni palabra de lo que pronunciaba. Había regresado a Málaga tras su exilio valenciano; fue su última huida: "Vengo aquí a morir", dijo. Se recluyó en casa, de donde no podía pero tampoco quería salir (cualquier movimiento podría precipitarla hacia la muerte): "Tenía miedo de que la gente me mirara y me viera cómo estaba". Ahora los 'Javis' se inspiran en el triste magnetismo de su sonrisa.