Luz Casal, cantante criada en Asturias, responde a quien la llama desde su confinamiento en Málaga para hacerlo más llevadero: "Os llamaremos por teléfono para hablar un poquito, para compartir, para animarnos, para hacernos compañía".

Un modo inclusivo, dijo la propia cantante, para no "dejar fuera a la gente que no tiene internet, a nuestros mayores, que igual no se manejan bien, a quien está en un hospital".

Hay un horario reservado: entre las seis y las ocho menos cinco de cada tarde, que a las 20.00 horas "tenemos una cita todos en nuestros balcones para aplaudir". Y como en aquellos consultorios de transistor trasnochador, pide que al mandar un mensaje privado por redes sociales "adelantéis un poco vuestra historia" para facilitar la tarea, nada fácil, de "intentar hacer felices" a todas las personas posibles.

"La gente es cojonuda", afirma, porque, más allá de alguna jornada "un poco más dura", apunta que sus interlocutores tienen "fortaleza". Atiende a "numerosas personas" en llamadas "muy emotivas, enternecedoras", y en las que al descolgar hay quien "no se creía que fuera yo". "A veces intento ir rápido, pero no soy capaz de cortar; gracias por estas muestras de amor, es muy fuerte", dice.

Al altavoz, una enfermera con Covid-19 que espera "volver pronto para seguir ayudando, que se necesitan muchas manos; es más espeluznante de lo que dicen, si no te gusta es muy duro enfrentarte al dolor de la gente". Tiene su medicamento para la melancolía, "tu música todo el día, me hace enfrentarme a mis hijos, que están al otro lado de la puerta".