Hasta estas instalaciones de 2.500 metros cuadrados llegan a diario ocho toneladas de envases y fármacos que los españoles depositan en alguno de los contenedores Sigre (Sistema Integrado de Gestión de Residuos y Envases) distribuidos en las 20.400 farmacias existentes en España.

Creada en 2001 a iniciativa de la industria farmacéutica, Sigre es una entidad sin ánimo de lucro que cuenta con la colaboración de la distribución farmacéutica y las oficinas de farmacia, las tres partes de un proceso que hace posible la labor de la planta de selección y clasificación de Cerceda.

En ella desde 2003 han tratado 10.000 toneladas de medicamentos y envases, el 70 por ciento de las cuales -los restos de fármacos- son utilizadas como combustible para la producción de energía eléctrica y el 30 por ciento restante -papel, cartón, vidrio y metales- es reciclado.

Pero para que este ciclo ecológico tenga éxito es "imprescindible", dice el director general de Sigre, Juan Carlos Mampaso, que los ciudadanos revisen sus botiquines al menos una vez al año y se deshagan en las farmacias tanto de los envases vacíos y sus prospectos como de los fármacos caducados o aquellos que han sobrado porque el tratamiento ha terminado.

Así comienza la nueva vida de los fármacos. Las bolsas verdes de las farmacias repletas de medicamentos llegan a Cerceda, donde se registra su procedencia y peso y se abren por primera vez, lo que garantiza que no se han manipulado anteriormente.

"Los medicamentos deben depositarse en los contenedores en su envase para poder identificar cuáles son peligrosos o contienen en el propio cartón restos contaminantes", recomienda el director de Sigre, Juan Carlos Mampaso, quien tras los cinco años de puesta en marcha muestra su satisfacción por el cada vez mayor compromiso de los ciudadanos con el reciclado de fármacos.

El objetivo principal es recuperar al máximo los materiales que componen el medicamento por lo que, en un primera selección se elimina lo que no sirve como radiografías, sondas, jeringuillas o tratamientos citotóxicos y citoestáticos, aplicados en terapias oncológicas y que, por su toxicidad, son destruidos.

La segunda clasificación separa el papel, el cartón, el vidrio, el metal, los aerosoles -requieren un tratamiento especial- y los plásticos que se dividen en más o menos densos.

Todos estos restos diferenciados se envían a un gestor especializado para el reciclado de cada uno de ellos, mientras que los medicamentos junto con su blister, el envase de plástico y aluminio que aloja el producto, se envían a la Sociedad Gallega de Medio Ambiente (Sogama), cercana a la planta de selección, donde como combustible se incineran y producen energía eléctrica.

A esta valorización energética se unen los materiales que hayan quedado impregnados de medicamentos pues "un cinco por ciento del producto puede llegar a ser absorbido por su propio envase a lo largo de su vida como fármaco", señala Mampaso.

La mayoría de las pastillas tienen por su composición un elevado poder calorífico que, sin embargo, no es proporcional a las emisiones de gases que producen en su combustión, al tiempo que contribuye a evitar la utilización de combustibles fósiles como carbón o petróleo.

El año pasado Sigre recogió 2.624 toneladas de fármacos, un 16,5 por ciento más que en 2006 lo que supone una media de 4,84 kilos al mes por cada 1.000 habitantes, casi el doble de lo depositado en 2003.

El reto está ahora en implicar a los médicos de atención primaria para que informen a los pacientes del trabajo que se hace en Cerceda y de la importancia de que el nuevo ciclo del medicamento no solo beneficia al medio ambiente sino a las ciudadanos ya que se evita que en los botiquines caseros haya medicinas caducadas o innecesarias.