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La historia común del gallego Eliseo y el ghanés Osman

La historia común del gallego Eliseo y el ghanés Osman

Estaba yo adaptando a la doble página de nuestra sección Memorias la biografía recabada para nosotros por el escritor residente en Uruguay Manuel Losa a Eliseo Rivero, emigrante a este país en los años 50, que publicaremos el domingo 23 en nuestro suplemento. Absorto ante mi ordenador, me giré desde mi mesa al oír en la televisión que tenía a mi espalda el caso de Ousman Umar, un joven de Ghana que llegó en patera, y cuenta su historia en su libro Viaje al País de los Blancos. Me fascinó porque, en su base, describía la misma historia que podrían contar muchos gallegos como Eliseo: la miseria de origen, la emigración forzada dejándolo todo, familia, amigos y afectos, la terrible congoja del desarraigo, la exclusión social y, en ambos casos, la lucha desde cero por la vida, conquistando un espacio de reconocimiento a base de trabajo a destajo. ¿Qué unía esencialmente la vida del gallego Elíseo y el ghanés Osuna? El origen social que, mientras a unos les permite evolucionar y hasta vivir del cuento a varias generaciones que malgastan el capital de la primera, a otros como Eliseo y Ousman les obliga a ingentes esfuerzos y renuncias para buscar, lejos de los suyos, un capital que les redima de su pobreza. El gallego nació en Europa, lo que para el ghanés era, desde su perspectiva tercermundista, como el paraíso ; pero también hay un Tercer Mundo dentro del Primero: el de los desposeídos. Los dos consiguieron emprender una nueva vida viajando muy lejos en condiciones imposibles ,y ambos acabaron creando trabajo para otros no sin un desgaste emocional heroico por su resistencia.

Al gallego Eliseo Rivero, nacido en 1934 en Covas do Río, una aldea ínfima del ya pequeño municipio ourensano de A Merca, se lo dijo un día el abuelo Valerio en una reunión familiar de padres, hijos y nietos ante la lareira: el trabajo en Vilanova dos Infantes, a donde se habían trasladado para vivir como caseros, no llegaba para alimentar todas las bocas, y él sería con sus 17 años el que debería emprender la emigración con un préstamo que le llevaría hasta Brasil en la tercera clase de un trasatlántico, en condiciones de hacinamiento no muy lejanas a esas en que traían los esclavistas a los negros arrebatados a la fuerza de los suyos en los países de origen. Eliseo, con un nudo en la garganta, llevaría grabadas a fuego las palabras emitidas ante su clan familiar por el abuelo: "Las cosechas son cada vez más magras, aquí en esta casa no hay alimento suficiente para todos, así que algunos tendrán que salir por el mundo a buscar la vida, ¡tendrá que emigrar!". Y así ocurrió que aquel barco lleno de reservistas de mano de obra barata descargó en Brasil todos sus efectivos entre ellos a Eliseo con todo lo que llevaba: una pequeña maleta, una manta, un reloj, y la voluntad de salir adelante. Al año de trabajo en una carpintería sin ver poco más que la comida y la cama, decidió emprender viaje hacia Uruguay, país del que tanto había oído hablar. Sin papeles, sin carta de reclamación, junto con otros dos paisanos decidieron arriesgarse a atravesar la frontera como ilegales, en la compañía de un "pasante" que cobró una buena suma. Algo no muy diferente a la experiencia hoy de miles de latinos en las puertas de los Estados Unidos o de africanos en las de Europa.

Osman ha fundado ahora la ONG 'NASCO Feeding Minds' para proporcionar alfabetización digital a los niños y niñas en su país pero para eso... para eso Osman vivió a los 9 años la marcha de su casa -un pueblo de Ghana en medio de la selva, tal y como él mismo define en el libro- para aprender el oficio de chapista en la capital de su país. Asegura que allí tenía una vida sencilla y feliz pero, un día, mientras jugaba, vio un avión volar. "Lo construyen y lo pilotan los blancos", le decían los ancianos del lugar. "Me contaron que los blancos vivían muy lejos, que eran dioses, y quise ser blanco", narra. Allí, en la capital, le daban de comer y podía dormir bajo techo por su trabajo, pero un día alguien le habló de Libia. Con 13 años cruzó el Sáhara a pie y, después, el mar en una patera contratada a traficantes para conseguir un futuro mejor. Zozobró la embarcación frente a nuestras costas, todos murieron y él quedó agarrado como lapa a una roca hasta que lo rescataron. Después de años de periplo hacia Europa, llegó a territorio español y estuvo meses durmiendo en la calle, aunque finalmente le acogió una familia, comenzó sus estudios y consiguió un trabajo. Hoy ha conseguido crear en su país 11 aulas de informática. ¿Y nuestro gallego emigrante? Ha conseguido crear una empresa que ha dado trabajo a mucha gente. En el fondo, Eliseo y Osman vivieron una suerte parecida y un mismo origen. Blanco uno, negro otro. ¿Nos olvidamos de que fuimos ellos?

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