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Emigrante, empresario en Uruguay

Juan Bouza Martínez: "Siempre me acompañó la congoja por Galicia, mi paraíso perdido"

"Dejé mi trabajo de tornero, y con mi mujer e hijo me fui a Uruguay, donde pasé de asalariado a empresario y me metí en el mundo de la pasta al vacio, la pizzería, alimentación congelada, vinos y hostelería"

Con esposa e hijos, en otra visita a Galicia.

2 Manuel Losa y F. Franco

Heroica la historia laboral de este gallego, como la de otros muchos emigrantes que enriquecieron al país que los acogió con su esfuerzo cotidiano y sus iniciativas y pudieron a la vez, como él, recibir los tributos de ese trabajo incansable. Juan Bouza, en contraste con los que dejaron Galicia en su juventud y sin una perra gorda en el bolsillo, dejó Galicia con su mujer, un hijo y un trabajo de tornero consolidado. En Uruguay partió de la nada salvo su formación laboral pero, si empezó allí como mecánico, su iniciativa y espíritu de riesgo le llevó por otros derroteros que le alejaban del trabajo asalariado en busca de la aventura empresarial. Justo el año en que las tremendas inundaciones que vivió Uruguay, 1959, generaron gran escasez en el país, comenzó su trayectoria empresarial en el mundo de la pasta. El azar o su intuición permitió que no solo sobreviviera empresarialmente a la penuria, sino que reafirmara en ella sus comienzos. Hoy, con 92 años y mucho trabajo a sus espaldas, fracasos y triunfos, tras ser pionero en producción de la pasta al vacío, pizería, comida congelada, panadería... tras entrar en el cultivo vtivinícola, fue el primero en plantar en aquel continente uva albariña, y él mismo se ocupa de la producción de un queso, Cadabás, de estilo gallego. Estos mismos días en que se publican estas memorias suyas, este joven nonagenario anda de visita por su tierra galega, por Monfero, el Fene donde trabajó, y el Puentedeume en que nació. Persona muy calmada y centrada, humilde porque no olvida sus orígenes, así contó su vida.

"Apenas el buque comenzaba a separarse del muelle de Vigo el recuerdo de todo lo que dejaba atrás me hizo pensar por un instante? "Un metro? Si salto ahora no tengo que emigrar". Cuando el barco ya se había separado dos metros? "¡Ahora ya es imposible!" Además llevaba sobre mis hombros la responsabilidad de mi familia que me acompañaba en la aventura de la emigración, mi madre, mi esposa y Carlitos , nuestro pequeño hijo con dos años de edad. Ya llevaba cuatro años de matrimonio con Socorro López, natural de Xubía, Ferrol, cuando en 1953 embarcamos en el buque Yapeyú rumbo a Uruguay. Después de cinco años de estar en Montevideo nació nuestro segundo hijo , Juan Luis, quien actualmente, junto con su esposa, Elisa Trabal, están a cargo de nuestros establecimientos empresariales. No conocí a mi padre, Francisco Seco, más conocido como "Pancho Seco", que se fue para Cuba antes de que yo naciera y nunca supimos nada de él. Como hijo de soltera llevo los apellidos de mi madre, Pilar Bouza Martínez. Ella me trajo al mundo el 24 de diciembre de 1926 en San Pedro de Eume, Capela, Puentedeume, y allí vivimos con mis abuelos maternos hasta mis nueve años de edad. Mi abuela y madrina, Manuela, mi referente para todo, falleció muy joven.

"Mi primera infancia al lado de mis abuelos y mi madre transcurrió con carencias pero feliz, los afectos me rodearon totalmente. La escuela quedaba a cinco kilómetros de distancia. A veces concurría, pero la mayor parte del tiempo ayudaba a mi abuelo en su modesto almacén de aldea. Mientras, mi madre lavaba y planchaba ropa para ganar su salario. Cuando tenía nueve años nos fuimos a vivir a Fene y allá se quedó el abuelo Xan con su hijo mayor. Mi mamá había formado pareja con un vecino divorciado, José Guerreiro, de oficio carpintero, que tenía una hija un año menor que yo, Hortensia. La convivencia fue siempre muy buena y mi mamá y mi padrastro estuvieron juntos por siempre. En Fene había otras posibilidades de desarrollo. A los catorce años, ingresé en los astilleros de Ferrol como aprendiz, logrando al cabo del tiempo, trabajando y estudiando, el cargo de oficial tornero mecánico de tercera, con diecisiete de edad. Ese fue mi oficio con el cual comencé mi actividad laboral en Montevideo. El servicio militar lo hice en la Escuela Naval de Ferrol donde integraba la banda de música tocando el trombón de vara. Más adelante, con otros compañeros formamos una banda, "Orquesta Ondas". En 1953 ganaba trece pesetas por día, más algo que obtenía con la orquesta. La vida era muy plena y aunque el porvenir era poco atractivo vivíamos bien. Mi madre trabajaba, yo también, teníamos un piso en Ferrol, pero a José Guerreiro le entró la morriña de Montevideo, donde había estado en el año 1930 y emigró con su hija. Y, claro, mi madre no quería separar la familia y de ahí la ilusión de emigrar a Montevideo para reunirnos todos de nuevo. Félix López, tío de mi esposa, dueño de Molinos Guido, fue nuestra garantía de carta de reclamación para poder ingresar a Uruguay.

"Ahora ya es imposible"? Cuando el barco ya se va separando del muelle el pensamiento del emigrante cambia? "Bueno, ya no hay vuelta atrás. De ahora en adelante todo será distinto", le dirá su instinto de supervivenca. . Pero, la congoja por dejar "el paraíso perdido", siempre lo habrá de ac ompañar a uno. Así es su destino.

"Mi idea era trabajar un tiempo y regresar con dinero suficiente para comprar un piso en Ferrol. Ya antes de arribar extrañaba mi trabajo donde me mantenían el puesto por tres años, la orquesta, todo. Pero pasaron los tres años, trabajando mi esposa como lavandera y planchadora y yo como tornero mecánico y no teníamos nada. Trabajé ese tiempo en la empresa Cerrini. Cuando me hacen una prueba para el ingreso, fabricar una tallarinera, el capataz me dice: "Gallego, el trabajo que te mandé hacer está muy bien, pero si vas a andar así tan rápido perjudicás a los demás. Así que si querés trabajar aquí tendrás que adaptarte a nuestro ritmo". El sueldo era bueno pero ya veía que seguiría siempre como empleado y eso no me conformaba.

Juan sabía lo que quería pero no sabía cómo lograrlo. ¿Seguir durmiendo la siesta de la seguridad de un trabajo bien pago, o lanzarse a la aventura de la independencia? El esplendor de la bonanza ya había comenzado a disiparse pero muchos aún no lo percibían. Algunas oportunidades de progreso rondaban por el ambiente. Era cuestión de echarle la mano o dejarlas seguir su rumbo. Alguien próximo lo percibió y decidió "darle un empujón" al jovenemigrante con espíritu emprendedor.

El mismo Félix López que nos reclamó, socio de la fábrica de pastas "Los dos castillos", me ofreció empleo, pero resultó que mi sueldo pasó a ser de $ 200 en vez de los $ 300 que ganaba como tornero. Trabajé sin medida de horario. Ganaba menos pero intuía que algo bueno sucedería pues estaba aprendiendo un oficio nuevo, la fabricación de fideos frescos. Pasado un tiempo, con mi cuñado, Edelmiro López, decidimos instalar una fábrica de pastas en la ciudad de Las Piedras. Al renunciar a mi empleo comprendí la estrategia del tío? "Toma, estos $ 15.000 te los fui ahorrando de tu sueldo bien merecido. Esto te ayudará para comenzar por tu cuenta". Había que instalar completamente unpequeño local alquilado. Con quince mil pesos cada uno, más un préstamo por otro tanto, comenzamos la instalación desde cero. Unos días antes de abrir, en un recorrido comprobamos que en el entorno había otras cuatro fábricas. Dudamos, estuvimos a punto de abortar el proyecto, pero al fin nos decidimos. El 15 de febrero de 1959, tapados de deudas, nos lanzamos a la aventura. La producción daba para sobrevivir, pero nada más. A fin de no tener que pagar alquiler, en el local de menos de cien metros construimos dos piezas para vivir allí, una para nosotros y la otra para mi cuñado.

Era cuestión de echarle mano a la oportunidad o dejarla seguir su rumbo". Las famosas inundaciones en Uruguay del otoño de 1959, que marcaron el fin de una era y el comienzo de otra oscura, de incertidumbre, fueron nefastas para muchos. Otros se favorecieron.

"Con las tremendas inundaciones de 1959 todo escaseaba, incluso la harina, elemento fundamental. La harina pastera ya no se conseguía; la común, casi inservible para la producción, era escasa. En eso se presenta un vendedor amigo y me dice: "Una fábrica de la ciudad de Pando cierra y tiene cien bolsas de 70 kilos de harina pastera para vender. Si tenés $ 3.000 hacemos el negocio". No teníamos ningún dinero disponible ero nos dijimos: "¡Ahora o nunca. Esta puede ser la nuestra!". Nos armamos de coraje y salí a buscar otro préstamo con un amigo y esa fue la salvación. Había que ir a buscarlas y después descargarlas? "¿Setenta kilos cada una. Cien bolsas? Yo puedo con ellas. No te preocupes", le dije a mi socio. ¡Coraje y manos a la obra! La única fábrica de pastas que trabajaba a fondo en Las Piedras era "La Sibarita". El despegue impensado fue impresionante. Un tiempo después compramos un local de 500 metros, enfrente, y allí instalamos la nueva fábrica y además panadería.Para el nuevo emprendimiento se amplió el capital a $ 200.000 y entraron dos socios nuevos. Uno de ellos, que era chapista, después de comprobar la mediocridad despidió al maestro panadero y se puso él al cargo. A partir de entonces el mejor pan de Las Piedras lo producía La Sibarita. ¿Y cuál era el secreto?? "En las cosas que uno haga lo principal es respetar los tiempos.", fue la respuesta del maestro. El primer contratiempo: un año después fallece el chapista. La viuda y mi cuñado querían deshacerse del cuarto socio, el contable. Ellos vendieron su parte y yo me quedé con el contable.

El sueño de todo emigrante, regresar a su lugar de origen con toda la familia. Algunos lo logran aunque sea una vez en su vida.

En 1968 volvemos los cuatro de la familia a España durante tres meses. A mi regreso, mi socio prácticamente había fundido todo. En 1974 compré su parte y quedé solo. Comencé con algo innovador, pasta fresca envasada al vacío... ¡Fracaso! En la Feria de maquinaria de San Pablo, un italiano me revela el secreto y me vende la máquina para pasteurizar la pasta y otra para el relleno. Fuimos los primeros en producir pasta envasada al vacío. No había otra en la región sudamericana. La tremenda devaluación de 1982 me encontró con una deuda de 50.000 dólares imposible de pagar. Concreté la consolidación de deudas en un plan especial del Banco República. Cuando llevaba pagados 20.000, con los intereses volví a deber 50.000 ¡Vuelta a empezar! Al cabo de un tiempo compré un terreno de 3.000 metros a dos kilómetros del lugar. A punto de terminar la carrera de ingeniero industrial, mi hijo Juan Luis ya trabajaba conmigo. Construimos una obra nueva. Compré nueva maquinaria de envasado al vacío en Alemania y al año teníamos todo pagado. Seguimos avanzando con pizza y comida congelada, además de pasta al vacío. El secreto? una segunda pasteurización con un horno que habíamos fabricado? La duración del producto sin conservantes, 120 días en vez de 60. La inspección de Bromatología no lo podía creer. Por supuesto, no les revelamos el segundo secreto.

El éxito en el trabajo produce satisfacciones. La felicidad son momentos. Pero en el transcurso de la existencia hay también trances muy amargos. Juan y Socorro no fueron una excepción. En 1991 sufrían la pérdida de Carlitos, el hijo mayor, con 42 años de edad.

"En 1996 vendimos la fábrica. Un grupo argentino quería comprar, le dije que no. Mi contable se enteró y me dijo? "Pide el doble de lo que pensabas". Aunque sorprendido seguí su consejo y un año después la compraron. En la Caja de Ahorros del Banco República obtenía un alto interés. En ese entonces tenía 70 años de edad y mi hijo Juan Luis me dijo? "Bueno, papá? Ya está, descansa ahora". Pero el hombre propone y Dios dispone. Otra innovación? Pan congelado. En el contrato de venta figuraba que por 10 años no podríamos hacer pasta ni comida congelada. Pero nada decía del pan. Ya habíamos hecho pruebas antes de vender y "el aburrimiento" nos llevó a otra actividad. Fue entonces cuando apareció la producción del pan congelado, y al poco tiempo nació "Pagnifique", un emprendimiento que tuvo gran éxito, al cual se unieron dos socios. En el año 2008 le pasé mi parte a Juan Luis y finalmente en el 2013 esa empresa también se vendió.

A mi hijo Juan Luis le gustan los remates. Entre otras adquisiciones está el edificio del Jockey Club. Luego 13 hectáreas de viñedos de la bodega Santa Rosa, en Juanicó y ahí nació otro emprendimiento, la Bodega Bouza en Camino de la Redención. Luego los campos cercanos al cerro Pan de Azúcar, 500 hectáreas, en las proximidades de Piriápolis, donde producimos vinos Tannat, Merlot y lo último el famoso vino Albariño. La primera producción en Sudamérica. Una hectárea y media en Camino de la Redención, Melilla, donde instalamos un restaurante con degustación de vinos y la especialidad es el cordero. La bodega se inició en el año 1999, y en el 2015, comencé la producción de queso Cadabás" estilo gallego, de la cual me ocupo personalmente, así como del cultivo de mi pequeña huerta.Ya son más de 90 años los que tengo, pero este mismo 2019 estaré en verano en Galicia.

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