Juicio

Los forenses detallan la agonía de Jordi tras las 27 cuchilladas de su padre

El menor de once años asesinado en Sueca presentaba lesiones defensivas y una última herida mortal de necesidad en el cuello que le seccionó la carótida

El acusado de matar a su hijo en Sueca durante el juicio

El acusado de matar a su hijo en Sueca durante el juicio / Europa Press

Ignacio Cabanes

En los juicios de jurado la exposición de las imágenes del cadáver a los miembros del tribunal popular para que observen en sala el horror de la muerte presuntamente causada por el acusado en cuestión es un elemento recurrente por las acusaciones. Pero en esta ocasión ni tan siquiera ha sido necesario y la descripción de los forenses que practicaron la autopsia del cadáver de Jordi ha bastado para que a todos los asistentes a la tercera sesión por el parricidio de Sueca - salvo la excepción del propio parricida, impasible como el resto de días - les recorriera un escalofrío al imaginar el sufrimiento que padeció el pequeño de once años tras asestarle su propio padre 27 cuchilladas, dos de ellas mortales en el cuello.

Los especialistas en Patología del Instituto de Medicina Legal de València contabilizaron un total de 27 heridas por arma blanca y 41 erosiones. Y aunque no pueden determinar cuál fue la primera, sí que tienen claro que la última de ellas fue la del cuello, mortal de necesidad, y compatible con un ataque por la espalda.

La mayor parte de las cuchilladas fueron lesiones defensivas, en las manos del menor cuando trataba desesperadamente de protegerse de su padre y sujetar el cuchillo.

Aunque será la magistrada la encargada de dictaminar si hubo o no ensañamiento, según los hechos que declare probados el jurado, lo cierto es que con el relato de los forenses en la sesión de hoy no cabe duda alguna del sufrimiento inhumano que padeció la víctima, de solo once años, quien estaba vivo y consciente - como así lo demuestran las lesiones defensivas – mientras seguía recibiendo una a una las 27 cuchilladas.

Los forenses no pueden concretar el tiempo que duró el ataque, pero lo que sí han remarcado es que les llamó la atención en la autopsia al ser “un cuadro lesivo atípico por la cantidad de heridas”. “Valorar el sufrimiento de una persona o escala de dolor es muy difícil, pero está claro que la víctima sufrió por la cantidad de heridas y el acto traumático en el que se produce”, ha puntualizado uno de los forenses.

En la sesión de este jueves también han declarado como testigos dos especialistas de la Guardia Civil que participaron en la inspección ocular del escenario del crimen. Al igual que ya indicaron los primeros agentes que llegaron a la casa, el parricida no presentaba signo alguno externo de haber consumido alcohol y las únicas botellas que había tiradas por el suelo del inmueble eran de agua.

Mañana serán los informes psiquiátricos

Respecto del estado del acusado durante el tiempo que duró la citada inspección ocular, señalan que “estaba ido, con la mirada perdida y tembloroso”. Además, uno de ellos ha recordado que preguntaba por su hijo: “¿El niño está bien?”.

A ello se aferra la defensa del acusado, que sostiene que su cliente sufrió un trastorno mental transitorio. Al tiempo que también solicita las atenuantes de haber actuado bajo la influencia del alcohol (hecho descartado por la práctica de la prueba en el plenario), la confesión tardía (e incompleta ya que no reconoce los malos tratos) y la reparación del daño tras haber ofrecido como pago de la responsabilidad civil la vivienda donde cometió el brutal asesinato, que la familia de Jordi ha rechazado.

Este supuesto trastorno, que mañana deberán dilucidar los especialistas en psiquiatría forense, contrasta con el hecho de que se hubiera limpiado parcialmente (lo que le dio tiempo) nada más acuchillar a su hijo. Además, el propio parricida reconoció en su declaración el primer día que si su mujer no se hubiera separado el pequeño Jordi seguiría vivo, lo cual prueba el móvil claramente machista de este asesinato de violencia vicaria.