Agresión

Las cámaras prueban que la chica sometida a una violación grupal en Valencia fue víctima de una encerrona

Una de las cámaras del cuartel de la Guardia Civil grabó toda la secuencia, en la que se ve que dos de los presuntos agresores salieron antes y esperaron ocultos tras una autocaravana a que llegara el tercero a solas con la joven

El dueño del Mercedes en el que continuó la agresión se aprovechó de que no le había visto la cara para simular que la ayudaba desinteresadamente tras la agresión

La cámara (izquierda) del cuartel que grabó la secuencia completa ocurrida justo en el descampadao de enfrente.

La cámara (izquierda) del cuartel que grabó la secuencia completa ocurrida justo en el descampadao de enfrente. / LEVANTE-EMV

Teresa Domínguez

Las grabaciones de las cámaras de seguridad del cuartel de la Guardia Civil de la Malva-rosa demuestran que la joven sometida a una violación grupal en Valencia fue víctima de una encerrona. Así lo concluyen los agentes especializados en agresiones sexuales de la unidad de atención a la familia y la mujer (UFAM) de la Policía Nacional tras el análisis de las imágenes captadas por una de las cámaras perimetrales del acuartelamiento, concretamente la ubicada en la parte trasera izquierda, que capta el cruce de la calle Astilleros con el tramo peatonal de la calle Vicent Guillot Tío Bola. El ángulo de visión del dispositivo recoge exactamente el punto donde estaban estacionados el coche de uno de los detenidos, un Mercedes clase A de color blanco, y la autocaravana en cuya parte trasera fue rodeada la joven durante la violación grupal bajo investigación.

Los agentes han documentado que los sospechosos -los tres detenidos y un cuarto que aún no ha sido arrestado- llegaron cerca de la una y media de la madrugada, y que en ningún momento se acercan al Mercedes hasta las 4.56 horas. En ese momento, dos de los presuntos violadores, el joven de 23 años a quien el juez envió a prisión por estos hechos y el que aún no ha sido arrestado llegan y se ocultan tras la autocaravana. Uno de ellos hace una llamada telefónica y solo dos minutos más tarde se registra la llegada de la chica en compañía de uno de los jóvenes, precisamente el único con el que había aceptado salir de la discoteca y por el que sentía cierta atracción.

La joven, ajena a la trama que se cierne sobre ella, le acompaña completamente confiada; primero hasta un coche estacionado a unos cuantos metros, donde se les ve charlar sin más, y un minuto después se observa cómo la lleva hasta la parte trasera de la autocaravana, exactamente donde siguen agazapados los otros dos, "en actitud de espera". En los minutos siguientes es cuando, a tenor de los movimientos registrados por la cámara, se produce la agresión grupal, concluyen los investigadores, quienes también hacen ver que se observan "ráfagas de luces" compatibles con grabaciones de vídeo o toma de fotos con uno o varios móviles.

No entregan los móviles ni aceptan el ADN

Curiosamente, cuando los tres detenidos se entregaron a la Policía Nacional al saber que al menos uno de ellos, el dueño del coche, ya estaba identificado y que su arresto era cuestión de tiempo, no solo se negaron a que se les tomaran muestras de ADN para cotejarlas con los posibles restos biológicos aislados en el cuerpo y las ropas de la chica, sino que además dos de ellos se negaron a entregar sus teléfonos móviles, donde podrían estas las grabaciones que supuestamente realizaron de las agresión sexual en manada. El único que sí lo hizo fue el propietario del Mercedes, que quedó en libertad con cargos.

En el momento en que se produce esa agresión, que la chica describe perfectamente y en la que insiste en que no les vio las caras a sus agresores porque antes de que se diera cuenta fue inmovilizada por la espalda y sujetada contra la parte trasera de la autocaravana -de hecho, afirma que solo podía mover los codos-, la cámara capta que la joven está rodeada por los presuntos agresores.

En ese momento están con ella cuatro de los presuntos implicados en la violación múltiple: el joven al que había acompañado voluntariamente, los dos que se escondieron hasta que el anterior condujo a la chica al punto elegido para el ataque y el dueño del coche, que permanece detrás del vehículo vacacional un corto periodo de tiempo y luego se mantiene en actitud de vigilancia, primero junto a la autocaravana y después, cuando dos de ellos se introducen con la chica en su Mercedes, en torno a este coche.

El 'salvador' equivocado

Cuando la chica por fin se libera de sus presuntos agresores, la cámara la capta yendo hacia la discoteca. Es en ese momento cuando se topa de frente con el dueño del Mercedes, a quien no reconoce porque en ningún momento le ha visto la cara. Con absoluto desparpajo es él quien se dirige a la chica para preguntarle si le pasa algo. La víctima, ajena a la identidad de su interlocutor y sin saber que está hablando con uno de los presuntos implicados en la trama, le dice que no encuentra ni su bolso ni su móvil, y que necesita avisar a su amiga. El joven se presta a ayudarla a buscar su bolso usando la linterna de su teléfono y curiosamente lo localiza al pie de su Mercedes en apenas unos instantes.

Y después llega más lejos: le cede su teléfono (a petición de ella), desde el que la chica llama a su propio móvil. El terminal da llamada y quien lo coge es su amiga, que seguía dentro de la discoteca, preocupada porque no sabía nada de ella y con el móvil de la víctima en su propio bolso sin saberlo. Es en ese momento cuando la joven le pidió a la amiga que bajase para ayudarla porque acababa de ser violada por parte de tres jóvenes. 

La cámara registró cómo la víctima le devuelve el teléfono a su 'salvador' y llorando va hacia la puerta de la discoteca, al encuentro de su amiga –un guardia civil se cruza en ese momento con ella, pero no solo no le pregunta si le pasa algo, sino que el agente declararía más tarde ante la Policía Nacional que no pensó que le pasara nada porque no ella requirió su ayuda-. En realidad, la chica, aturdida solo tenía un pensamiento: llegar cuando antes hasta su amiga y buscar amparo.

Solo cinco minutos después, la misma cámara capta la llegada de nuevo, procedentes de la calle Eugenia Viñes, esto es, de la puerta de la discoteca y del cuartel, de la víctima, de su amiga, de un vigilante del local de ocio al que ambas acababan de pedir ayuda y, ahora sí, del guardia de la puerta al que habían recurrido los tres para denunciar lo ocurrido. La imagen registra cómo la chica señala, a preguntas del agente, el Mercedes blanco que aún está en el descampado y cómo este emprende una rápida huida en cuanto el guardia civil y el vigilante se acercan. Pero ya nadie les persiguió.