Los hijos de Ramón López González (89 años) no habían perdido la esperanza de encontrar los restos mortales de su padre y, casi dos años después de que desapareciera de su casa de A Eirexa (Alais), en Castro Caldelas (Ourense), dos cazadores los hallaron el domingo de forma casual en un lugar próximo a unos miradores sobre el Cañón del Sil.

El rastro de un jabalí herido les llevó hasta un lugar orográficamente complicado y muy poco accesible, en el entorno das Penas de Matacás, a unos dos o tres kilómetros de la casa en la que Ramón vivía con uno de sus hijos cuando salió a pasear una tarde de marzo de 2017 y no regresó. Por ese lugar se habían realizado batidas durante el operativo de búsqueda en el que participaron medios de toda Galicia y al que se sumaron drones, pero el cuerpo no había aparecido entonces.

El domingo por la tarde, los dos cazadores que perseguían a la pieza herida vieron una chaqueta granate en el suelo en un lugar alejado del tránsito y sospecharon. Levantaron la prenda y vieron los restos óseos, por lo dieron la alerta.