Dos hombres han sido detenidos como presuntos responsables de la oleada de robos en iglesias que afecta a las provincias de Ourense y Lugo desde el pasado mes de diciembre, con especial incidencia en la comarca ourensana de Celanova. La Guardia Civil los localizó en las inmediaciones de la iglesia de Quintela de Leirado, en Ourense, cuya puerta había sido forzada. En la ropa llevaban joyas y dinero que supuestamente había sido sustraído del interior del templo, así como las herramientas que habrían utilizado para reventar la cerradura.

El operativo del vigilancia que sorprendió a los dos detenidos se puso en marcha el pasado mes de diciembre ante el incremento de hurtos y robos en iglesias de la provincia. De forma paralela, y bajo la denominación de "Operación Feligrés" que todavía continua abierta, se iniciaron gestiones para esclarecer estos hechos que se sucedían de forma continuada y afectaban también a la provincia de Lugo.

Así, la patrulla de vigilancia y prevención de la compañía de Celanova desplazada el jueves por las inmediaciones de la iglesia de Quintela de Leirado se percató de que la puerta de entrada estaba forzada. Los agentes localizaron en las proximidades un vehículo abierto con las llaves puestas en el contacto y a las 4,25 horas de la madrugada encontraron a los dos hombres que afirmaron estar buscando una fuente para beber.

Se trata de un vecino de Ourense y un ciudadano de origen rumano que pasarán a disposición judicial hoy. Aunque no se ha podido encontrar el material sustraído en robos anteriores, la policía judicial les atribuye la presunta autoría de otros 25 robos en iglesias y viviendas de las provincias de Ourense y Lugo, concretamente, 23 en iglesias y otros tres en viviendas. De los 20 robos registrados en iglesias, 9 corresponden a la provincia de Lugo y 17 a Ourense.

Asimismo, se les imputan también otros tres robos en viviendas de la comarca de Celanova. En este caso, la entrada se producía cuando no había nadie en el interior. El botín no ha podido ser precisado ya que los sacerdotes desconocían el dinero que había en los cepillos en el momento en el que se cometió el delito.