Una brutal paliza acabó con la vida de Divina Mendes Pereira da Silva a manos de su pareja el domingo por la tarde en su domicilio de Vigo. El hombre, un vigués de 31 años que acudió a la comisaría para confesar su crimen, pasará en las próximas horas a disposición del Juzgado de Violencia contra la Mujer por un presunto delito de homicidio, según informó el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.

La víctima, de 46 años y natural del estado brasileño de Goiás aunque con residencia de larga duración en España desde hace años, recibió numerosos golpes tanto puñetazos como patadas, la mayoría en la cabeza, a tenor de los primeros datos que han trascendido de la autopsia practicada ayer en el Hospital Nicolás Peña. Todo apunta a que Divina fue arrojada al suelo a golpes en su dormitorio y, una vez caída, su agresor siguió propinándole puntapiés y patadas, a tenor de la huella del zapato del agresor localizada en su pecho y cuello por los forenses.

Un ataque de celos habría sido el móvil del brutal crimen. El detenido y Divina Mendes mantenían una relación desde hace al menos un año, según el entorno de la mujer, y llegaron a vivir juntos, si bien ella había puesto fin a esta convivencia en común hace unas semanas, aunque no ha trascendido si mantenían la relación sentimental.

"He matado a mi novia". Con estas palabras se entregó a las diez y media de la noche del domingo el novio de la víctima en la comisaría de López Mora. Llevaba la ropa ensangrentada, presentaba heridas en los nudillos y aludió a una discusión que se inició entre ambos por la visita de un tercer varón a la mujer en la vivienda de la calle López de Neira, donde residía la víctima con su hijo de 21 años de edad. También reconoció que el suceso había ocurrido dos horas antes, pero habría explicado que se marchó del piso en su furgoneta y estuvo dando vueltas hasta que se tranquilizó y, arrepentido, decidió entregarse.

La central policial puso en marcha el protocolo habitual y un coche patrulla que se encontraba en las inmediaciones del domicilio de la mujer se presentó en apenas un minuto. También desde la comisaría se alertó al 061. Los policías llamaron al telefonillo hasta que un vecino les abrió el portal. Después tuvieron que forzar la puerta de la vivienda para acceder a su interior. Los peores presagios se cumplieron ya en el recibidor: un reguero de sangre, tal vez el rastro que dejó el agresor, llevaba hasta el dormitorio.

Allí, en el suelo, vestida solo con ropa interior y sobre un gran charco de sangre, yacía la víctima ya sin vida. Tenía la cara desfigurada a consecuencia de los golpes recibidos y los servicios sanitarios solo pudieron certificar su defunción. Aunque no hay denuncias previas por malos tratos, según informó el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, en el entorno de la pareja se apunta que las riñas eran frecuentes y que por eso ella había puesto punto final a la convivencia.

Cuando policías y médicos se encontraban en la vivienda, llegó el hijo de la víctima e intentó acceder a su casa, pero ya no le dejaron entrar, entre otras cosas para evitar que viera a su madre en las condiciones en que se encontraba. Le aconsejaron que se trasladara a la comisaría, donde le informarían sobre lo ocurrido y desde donde le facilitaron poder recoger cualquier cosa que necesitara del interior del piso a través de un agente.

Efectivos de la Policía Judicial y de la Policía Científica, que ya habían realizado la inspección ocular de la vivienda y habían recogido muestras y pruebas, volvieron ayer al escenario del crimen para realizar nuevas diligencia. Una vez concluidas precintaron el acceso al tercer piso del edificio ubicado en el número 50 de la céntrica calle López de Neira donde ocurrieron los hechos.

Un persona próxima al casero de la mujer señaló que Divina llevaba siete meses residiendo en el apartamento, aunque ya había vivido en el mismo edificio años atrás. "No hemos tenido noticias de ningún altercado en este tiempo", aseguró.