Cuidó durante años a una anciana que con el tiempo la autorizó en sus cuentas bancarias, le concedió un poder notarial y la nombró heredera universal. La Fiscalía sostiene que esta viguesa, M.R.C.G., se aprovechó de la confianza con la víctima y de su demencia senil para ir retirando importantes cantidades de dinero que sumaron más de 24.000 euros. Y para, al día siguiente de que la anciana ingresase en un geriátrico religioso en Tui, sacar otros 115.655 euros que dejaron a la perjudicada sin apenas fondos. El juicio arrancó ayer en la Audiencia viguesa. Y frente a los 5 años de prisión que pide el fiscal para la imputada, ésta defendió su inocencia. "No soy un ladrona", afirmó, justificando los gastos por el elevado nivel de vida de su jefa. Habló de "ropa cara", viajes del Imserso, comidas fuera incluyendo mariscadas con un cura, lotería, taxis o donativos religiosos. Y sobre la última y más elevada retirada de dinero, aseguró que la víctima la autorizó cuando la llevó en coche al geriátrico: "Me dijo que era un regalo por lo bien que me había portado con ella".

La anciana tiene 91 años y sigue en la misma residencia, pese a que el dinero de su pensión no le llega para la cuota mensual. Antes de ingresar allí, vivía sola en un piso en Vigo. Fue en 1997 cuando la acusada, que residía en el mismo edificio, empezó a trabajar para la mujer, primero con las tareas de casa y después cuidándola a raíz de que sufriese dos roturas de cadera. "Ella requería mi presencia constante, íbamos juntas hasta de compras; y yo la cuidaba como si fuese mi madre", declaró la imputada.

El fiscal sostiene que a raíz de que la perjudicada la autorizase en sus cuentas en 2004 y de que en 2008 le concediese un poder notarial, la acusada retiró "importantes" cantidades de dinero que excedían de lo que la víctima precisaba: hubo disposiciones de hasta 7.000 euros. La imputada justificó esas retiradas de dinero, que en dos años superaron los 24.900 euros, porque la mujer "gastaba mucho". Según su versión, compraba ropa cara, viajaba, adquiría lotería, comía a diario en un bar, iba en taxis a Baiona y cenaba allí o hacía donativos a la Iglesia, citando que llegó a ir a comer marisco a O Grove con el párroco.

Cuando la llevó al geriátrico en 2008, comenta que le hizo todo "un ajuar" con ropa nueva. Y cuando iban en coche a la residencia, agrega, la anciana como "regalo" por los años de cuidado le dijo que dispusiese de los 115.000 euros que tenía en el banco y que ella traspasó a una cuenta a su nombre. "Estaba perfectamente lúcida", dijo M.R.C.G., que aseguró que en todo caso ese dinero lo iba a utilizar para pagar la residencia de la anciana. "Mi intención era dejarlo ahí por si ella necesitaba algo", relató.

El caso se destapó tras ser denunciado por una hermana de la anciana que vive en Pamplona y que descubrió las cuentas "prácticamente vacías". Esta mujer aseguró en el juzgado que su familiar le negó que le hubiese dado el dinero a la imputada. Y frente a versión de la acusada y de otras vecinas que la defensa llevó como testigos, que describieron a una víctima con un elevado tren de vida, la denunciante señaló que su hermana era "austera". Sobre la relación entre las hermanas, la acusada describió que no era nada buena, llegando a decir que "quien metió la mano" en el dinero había sido la denunciante. "Y le hizo creer a su hermana que yo le había robado", aseguró.

En el juicio se escuchó a la víctima, que estuvo acompañada por una monja. Pero su demencia provocó que el testimonio no fuese coherente. Llegó a recordar a la acusada: "Fue mi muchacha". Pero no aclaró aspectos claves y ni se acordaba de si le había llevado a conceder poder notarial.

También declaró el párroco, que relató que fue él quien buscó residencia para la víctima al alertarlo los vecinos de que la veían "desorientada" y que llegó a presentarse en un bar "descalza y con camisón". Negó que fuese de mariscadas, pero sí dijo que en ocasiones, como los cumpleaños, iba a comer con ella. Confirmó que la nonagenaria hizo donativos religiosos y que a él le regaló un viejo Seat Panda, del que pagaba también el seguro, tras ingresar en la residencia. El juicio sigue hoy con la prueba pericial.