Pese a las dudas que rodean a este homicidio, tanto la Guardia Civil como el magistrado de Violencia Doméstica de Vigo llegaron a algunas convicciones que –recogidas en el auto de sobreseimiento judicial– arrojan algo de luz a un crimen que se cree que fue por encargo pero que, por el momento, se ha quedado sin la respuesta más importante: ¿quién fue el homicida?

1-No fue un robo. La azafata viguesa fue asesinada en su casa de Porto do Son, a la que acudió puntualmente aquel trágico 5 de diciembre de 2005 para recoger ropa de verano para irse de viaje. La inspección realizada por los agentes desechó que el móvil fueses el robo: no faltaba ningún objeto ni había puertas ni ventanas forzadas. La ventana de la cocina estaba rota, pero tal y como se señala en el auto, ninguna persona podría entrar ni salir por ese hueco.

2– Acceso franqueado. ¿Cómo entró el asesino?. El juzgado tiene una clara sospecha. "Todo parece indicar que al autor de los hechos se le pudo franquear el acceso a la vivienda". La hipótesis que siempre se manejó fue el crimen por encargo y las sospechas de la autoría intelectual se dirigieron hacia el marido de la fallecida. "Ciertamente, al margen de que todos los indicios apuntan a que la entrada en la vivienda de Porto do Son tuvo que ser efectuada valiéndose de las llaves, resulta difícil obviar que no parecía pasar por su mejor momento la relación matrimonial entre la fallecida y su marido". Pero las sospechas no se pudieron concretar, al no haber pruebas de un contacto con un posible sicario ni entregas de dinero, lo que, entre otros factores llevó al archivo de la causa.

3– El asesino esperó dentro. María Elena Calzadilla recibió un primer impacto con un objeto contundente, a los pocos segundos de acceder a la vivienda y en la misma entrada, y posteriormente fue rematada con más golpes en la cabeza lo que, refleja el auto judicial, provocó que cayese al suelo. Aquí otra vez las sospechas volvieron a recaer sobre el marido, ya que el magistrado recalca que era prácticamente la única persona que ese día sabía que su mujer iba a ir a Porto do Son y, aunque la jornada anterior, en el cumpleaños de la víctima, se podría haber comentado entre la familia, "resulta difícil concluir que pudiera haber sido improvisada la comisión de esos hechos de un día para otro".

4– Un teléfono del que nadie sabía. Las reticencias y las incoherencias del marido de la azafata en otras partes importantes de la investigación llevaron a su imputación, según el auto, que resalta que su ordenador personal había sido manipulado y que fue imposible analizar el flujo de llamadas de un segundo teléfono móvil que utilizaba el esposo de la víctima para hablar con el otro imputado, y de cuya existencia no se supo hasta muchos después del crimen. También se destaca que pese a que el día la muerte de Elena aseguró a la madre de ésta y a otros familiares que estaba preocupado porque no respondía a sus llamadas, el teléfono de la víctima no las reflejó. Indicios insuficientes para una acusación, según el auto.