El austríaco de 73 años que durante 24 años mantuvo secuestrada a su hija en un zulo de su propia casa y con la que tuvo siete hijos, confesó ayer los hechos denunciados la víspera por la mujer, que ahora tiene 42 años. Junto con ella, salieron también del zulo tres de sus hijos, quienes no habían visto nunca la luz del sol, por lo que están siendo atendidos en el hospital.

Los tres hijos -de 19, 18 y 5 años- presentan tanto problemas físicos, sobre todo en la piel y los ojos debido al aislamiento, como psicológicos a causa del confinamiento al que les sometió toda su vida su abuelo y padre.

Josef Fritzl, de 73 años, confesó a la Policía el secuestro de su hija cuando ésta tenía 18 años y los 24 años que la ha mantenido retenida en un zulo bajo la casa que compartía con su mujer, Rosemarie, donde se repitieron las violaciones. Fruto de la relación incestuosa nacieron siete niños, tres de los cuales vivían con los abuelos ya que fueron "abandonados" a las puertas de la vivienda familiar y adoptados por el propio Fritzl y su mujer.

Ésta denunció la desaparición de Elisabteh, pero su marido le contó que su hija había huido con una secta religiosa, lo que apoyó con cartas que obligó a escribir a la joven para justificar esta versión. Los tres hijos que vivían con sus abuelos habían sido, según contó Fritzl a Rosemarie, abandonados por Elisabeth al no poder ocuparse de ellos.

Los hechos, ocurridos en Amstetten, una localidad de 23.000 habitantes a 130 kilómetros al oeste de Viena, salieron a la luz el domingo, tras descubrirse por casualidad que una de las hijas de Josef y Elisabeth, de 19 años, había sido internada en un hospital a raíz de una enfermedad genética típica del incesto.

La joven, Kerstin, fue llevada al centro sanitario por su abuelo y cuando los médicos quisieron ver a su madre, les explicó que estaba en una secta y el caso llegó a manos de la Policía. Fritzl sacó entonces del zulo a Elisabeth y a los dos niños que se habían quedado con ella, diciendo a su mujer que la hija había decidido abandonar la secta y volver a casa.

Elisabeth, que fue conducida junto al resto de sus hijos y su madre al hospital, se hallaba en un estado psíquico deplorable y daba la impresión de tener 20 años más, según contó Franz Polzer, jefe de la unidad de investigación criminal de la Policía de la provincia de Baja Austria.

A cambio de no volver a tener contacto con su padre, Elisabeth se mostró dispuesta a hacer un "relato detallado" de lo ocurrido a lo largo de estos 24 años de cautiverio. En el hospital, Elisabeth Fritzl explicó a las autoridades que su padre había abusado de ella por primera vez cuando tenía 11 años y a los 18 la drogó, maniató y la encerró en el zulo.

El secuestrador confesó ayer por la mañana que encerró a su hija durante 24 años y que él es el padre de sus siete hijos. También ha admitido ante los investigadores, tal y como contó su hija Elisabeth, que uno de los gemelos que tuvo ésta en 1996 falleció poco después de nacer y él mismo quemó los restos en una caldera de la casa.

Desde que la Policía conoció esta espeluznante historia, los investigadores forenses trabajan en la recogida de pruebas en el domicilio de Fritzl y en el zulo donde éste mantenía retenida a su hija. A lo largo de ayer se podían ver saliendo y entrando de la casa con cajas repletas de evidencias que han ido recopilando.

Josef Fritzl y su esposa Rosemarie, de 69 años, también tuvieron siete hijos en su matrimonio. Ella aseguró que desconocía las atrocidades cometidas por su marido y que nunca sospechó nada. Lo mismo ocurre con los vecinos del inmueble donde residían los Fritzl, un edificio con tres viviendas.

Los detalles dados a conocer ayer dibujan un escenario dantesco de la vida subterránea de la joven mujer, que dio a luz en condiciones infrahumanas y sin atención médica alguna.

La macabra historia salió a la luz cuando la mayor de los hijos encerrados, Kerstin, de 19 años, tuvo que ser hospitalizada por sufrir una grave enfermedad, que los médicos atribuyen a una degeneración genética típica de un incesto.

La televisión era el único contacto de Elisabeth y sus tres hijos con el mundo exterior. Por eso cuando vio el llamamiento que se hacía para buscarla y que acudiera en ayuda de su hija, que sigue en estado crítico, pidió a su padre que la dejar salir.

Natascha Kampusch, la joven austríaca que en agosto de 2006 se escapó de su secuestrador tras 8 años de cautiverio, ofreció ayer su ayuda a las víctimas: "Puedo imaginar lo difícil que es tanto para la madre de los niños como para la mujer del secuestrador".