asuntos propios

“Conciliar es posible si tienes una buena pareja”

“Si quieres hacer ciencia, hazla. Lo que los otros digan no tiene ninguna importancia”

La ingeniera Donna 
Strickland.
  | // JORDI  COTRINA

La ingeniera Donna Strickland. | // JORDI COTRINA / nÚRIA NAVARRO

NÚRIA NAVARRO

Más de 20 millones de ojos se han beneficiado del láser CPA empleado en cirugía oftalmológica. Su poder radica en los pulsos ópticos ultracortos y de alta intensidad que permiten cortes de gran precisión. Lo inventó, junto a Gérard Mourou, la ingeniera Donna Strickland (Guelph, Canadá, 1959), una apasionada investigadora de la luz que recibió en 2018 el Premio Nobel de Física.

–¿Explica de forma gráfica en qué consiste su invento?

–La luz solar se detiene en nuestro cuerpo y se convierte en energía en forma de calor, pero si choca contra un cristal, lo atraviesa. El CPA da un martillazo a los electrones y puede cortar una córnea o un cristal de móvil.

–¿Cómo llegó a los láseres?

–Sabía que era muy buena en matemáticas y física. Recuerdo que en secundaria solté un “uf, ya no estudiaré más historia y geografía”, me oyó una profesora y me dijo: “Las matemáticas y la ciencia son para chicos”. ¡Me pareció un comentario muy estúpido! Me matriculé en Ingeniería Física, donde había una rama dedicada a láseres y electro-óptica, que en los años 70 sonaban a ciencia ficción.

–¿Cuántas veces ha oído respuestas como la de la profesora?

–La mayor parte de hombres con los que trabajo saben que soy muy buena en mi campo y no se atreven, pero siempre fui consciente de que era una rara avis. Mi primer proyecto lo hice en uno de los sótanos de la universidad, donde había otro dedicado a los audiovisuales. Cuando entré en el de los láseres, todos los chicos creyeron que me había equivocado. No sabían qué hacer conmigo.

–Pues ha entrado en la Historia junto a Marie Curie y Maria Goeppert-Mayer.

–Todo el mundo se acuerda de Marie Curie, pero no de la pobre Mayer. La sensación de obtener el Nobel es ambivalente. A mí se me conoce por ganarlo, no por realizar el CPA hace 35 años. Nadie le prestó atención en su momento. A veces me molesta. Y obliga a una agenda endemoniada. La semana antes de recibir el premio eliminé mis CPA para experimentar con un láser de fibra construido por el equipo de Frank Wise de la Cornell University y no he podido hacerlo funcionar porque estoy viajando, dando conferencias y charlas a mujeres.

–La deben escuchar con suma atención.

–La verdad que me incomoda un poco tener que responder por el 50% de la población. No todas las mujeres somos iguales. A veces doy respuestas que a alguien le parecen horribles. Pero siento la responsabilidad.

–¿Cuál es el mensaje capital?

–“Si quieres hacer ciencia, hazla”. Lo que los otros digan no tiene ninguna importancia.

–Al principio, dio un paso atrás para que su marido escalara.

–Doug [Dykaar] obtuvo un puesto fijo en el centro puntero en nuestro campo y yo fui madre 24 horas los 365 días. Luego, el laboratorio de mi marido se fue a pique y él me siguió a mí. Todo encajó. Me gusta jugar con los láseres, pero también soy mujer, esposa y madre de dos hijos.

–Ya dirá el secreto.

–En una charla en Japón, me preguntaron cómo conciliar lo profesional y lo personal y respondí que se necesita una buena pareja. Él estaba a mi lado y, al acabar, una chica pasó de mi autógrafo y se hizo un selfi con Doug. Fue criado en solitario por una madre que era matemática. Cree que el trabajo de una mujer tiene tanto valor como el de un hombre.

–Es una suerte.

–Estoy muy satisfecha con la vida, algo que he heredado de mi padre. Por eso me sorprende la cantidad de gente que trabaja para ganar el Nobel. Mi madre decía que hay que ser feliz con lo que se tiene y donde estés. Mi abuelo vivió en una aldea de pescadores de Terranova y aprendió a leer después de jubilarse; mi padre se licenció en Ingeniería eléctrica y yo obtuve un doctorado. Soy una afortunada que se sabe afortunada.

–Solo hay tres mujeres Nobel de Física vivas. ¿Tienen grupo de Whatsapp?

–Nos cruzamos correos electrónicos conjuntos. Se puede decir que Andrea Ghez, Anne L’Huillier y yo hemos creado un club.

–Ventaja del premio. ¿Alguna otra?

–Te abre la puerta a mundos a los que no tendría acceso. He cenado con la realeza –el rey Gustavo es divertidísimo–, he conocido a Brian May de Queen y he tenido una audiencia con el Papa. De hecho, este verano asumiré el cargo como miembro de la Academia de las Ciencias del Vaticano.

–¿Mujer de fe?

–Me gusta ir a la iglesia. Para mí, ciencia y fe no son incompatibles. A nosotros se nos dio este universo para que descubramos cómo funciona. Es divertido ver por qué estos fenómenos ocurren. Naturalmente, he querido patear el láser muchas veces, pero siempre he optado por darme un paseíto y relajarme.