Entrevista | José Eduardo Rodríguez Otero Psicólogo Clínico en la Unidad de Prevención del Suicidio del Área Sanitaria de Vigo

“La prevención del suicidio es un acto comunitario, más que un acto sanitario”

“La ambivalencia entre querer vivir y querer morir es más regla que excepción en estos pacientes”

José Eduardo Rodríguez.

José Eduardo Rodríguez. / Marta G. Brea

M. González

M. González

José Eduardo Rodríguez Otero, psicólogo especialista en Psicología Clínica en la Unidad de Prevención del Suicidio en el Área Sanitaria de Vigo, ejerció de docente del curso “Prevención de conductas suicidas en la infancia y en la adolescencia”, organizado por la Sección de Psicología y Salud del Colegio Oficial de Psicología de Galicia.

–Galicia es la segunda comunidad en tasa de suicidios. ¿Existe alguna explicación?

–Se manejan diferentes hipótesis. Puede ser una suma de varias. El consumo de alcohol no ayuda. Después, hay un número muy grande de concellos por debajo de 10.000 habitantes, que es donde suele haber más tasa de suicidios, y aquí se habla de la oferta de ocio en los pueblos, que es muy limitada. Pero, insisto, todas son hipótesis, porque igual hay ciertas cosas que son comunes en otras comunidades que tienen menor tasa. Se habla del clima, pero es similar al que hay en Cantabria o en el País Vasco, por ejemplo, y tienen una tasa menor.

–¿Cuál es su radiografía del estado de la salud mental de los jóvenes y adolescentes de hoy?

–En la unidad es el grupo de edad prevalente: los adolescentes de 15 a 25 años y, concretamente, las mujeres entre 15 y 25. Y este dato se repite en el incremento de número de hospitalizaciones. En Estados Unidos se habla ya de pandemia de salud mental en los jóvenes e incluso hay movimientos en contra las redes sociales por el vínculo que tienen con todo esto. Hay gente que hace una lectura más constructiva de que ahora hay más profesionales y se detectan más los problemas. Llevamos tiempo diciéndoles que cuando se encuentren mal pidan ayuda, que hablen de esto, y puede que lo estén haciendo.

–¿Cómo ha influido la pandemia?

–Hay más ingresos de gente joven por problemas de salud mental. En cuanto a suicidios, en el ámbito estatal, también han subido. En Galicia, aunque en los últimos 20 años se registraba un claro descenso, desde la pandemia están en ascenso. Sí que hay indicadores de salud mental que son peores, pero cuesta establecer que la pandemia tenga un vínculo entre una cuestión y otra; pueden influir también otras cuestiones como problemas económicos, duelos...

“Del suicidio hay que hablar poco, pero bien”

–¿Cuáles son los principales factores de riesgo?

–Hay muchos. Cada uno por sí solo no explicaría un problema de salud mental. Menciono unos cuatro o cinco, pero podría enumerar veinte. Influye tener vínculos no seguros o complicados, ya sea a nivel familiar o entre pares (aquí incluiríamos todo lo que es el bullying o el ciberbullying), o las dificultades para la regulación emocional. Por otro lado, en personas con cierto perfeccionismo social esa carrera por llegar a ese criterio de éxito puede resultarle extenuante, agotador, y esto puede ser un problema. También las dificultades en el proyecto personal, ya sea a nivel académico o laboral. Cuando alguien no está enganchado a un proyecto de vida, de futuro, cuando no está construyendo algo, ahí hay un factor de riesgo.

–En los pacientes con ideas suicidas, ¿se da una ambivalencia entre querer vivir y querer morir?

–Hay como dos grandes rivales: el deseo de morir, asociado al sufrimiento complejo y a la desesperación, y el deseo de vivir, lo que llamamos la conectividad, las razones para vivir. Cuando hay razones para vivir (un proyecto de futuro, familia, amigos...) pero el sufrimiento es devastador, la ambivalencia ahí es terrible. Y es más regla que excepción; una de las cosas que trabajamos, incluso, es la aceptación de esa ambivalencia. No son extraños por tenerla, no son pacientes infrecuentes.

"En EE UU se habla de pandemia de salud mental en los jóvenes"

–Se está implantando en los centros educativos el programa YAM, ¿qué opinión le merece?

–Hay varios programas para poner en marcha en el ámbito escolar y el que está validado aquí es el YAM. Es un programa muy interesante porque trata sobre salud mental y prevención del suicidio, y también aporta recursos para afrontar situaciones adversas, estresantes, para aprender en la resolución de problemas o a buscar ayuda.

–¿Qué otras medidas de prevención se pueden poner en marcha?

–Las intervenciones se hacen, como en cualquier problema de salud pública, a tres niveles. Primero está la atención universal, la que se hace en la población general. Aquí hay varias medidas como las de intentar dar oportunidades a la gente o la protección de colectivos oprimidos. Al fin y al cabo, quien se intenta suicidar tiene un sufrimiento encima, lo está pasando muy mal, por lo que en todas esas sociedades que fomentan que sufra un individuo es más probable que existan mayores tasas de suicidio.

–¿Qué otros dos niveles de prevención existen?

–Está también la prevención selectiva, que es la intervención en colectivos de riesgo –donde se enmarcaría, por ejemplo, el YAM–; y después está la prevención indicada, que es la que hacemos nosotros, con intervenciones específicas variadas con personas que han hecho tentativas ya y con las que existe riesgo de que las repitan o que tienen idea de pasar al acto. En realidad, la prevención suicida es un acto comunitario, más que un acto sanitario.

–¿Qué papel desempeñan los medios de comunicación?

–Tienen un papel clave en la prevención universal. Se han demostrado dos tipos de efectos: el contagio (efecto Werther) o el protector (efecto Papageno). En función de cómo hablen sobre el suicido se puede dar un efecto u otro. Del suicidio hay que hablar poco, pero bien.

–Antes no se hablaba nada.

–Sí. Hay guías para esto ya; una muy interesante se llama “En mis zapatos”. Pero luego tenemos otro mundo que son las redes sociales o las series de televisión, que a veces se saltan todas estas guías de estilo y ya se han descrito efectos contagio por hablar mal del suicidio, por glamurizarlo o simplificarlo.

–Y las campañas de prevención, ¿son efectivas?

–Más allá de que alguna pueda ser efectiva, en general, los metaanálisis no han demostrado su eficacia. Hay dos tipos: las informativas, que dan datos; y las de corte emocional, que son más eficaces que las meramente informativas. Es una medida bienintencionada, sensata, pero no ha demostrado su eficacia.

–Desde el ámbito sanitario, ¿cuáles son los mayores retos para dar asistencia a todo el que la necesita?

–Yo trabajo en una unidad de prevención de suicidio y, en este caso, tenemos la gran suerte de que nos dan muy buenos medios para trabajar. No tenemos una gran lista de espera y podemos ver a los pacientes con facilidad, pero nosotros somos la excepción en el sistema de salud. Después están las unidades de salud mental con unas listas de espera terribles, tanto para entrar como para las consultas sucesivas y, obviamente, una buena solución sería incrementar los recursos ya que la demanda de salud mental está creciendo exponencialmente. Desde nuestro oasis, para nosotros esto no es un problema, sí que es cierto que nosotros solo atendemos a 80 pacientes, con más medios atenderíamos a 160.

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