David J. López VEGA | Presidente de la asociación de prevención del suicidio, Papageno

“El duelo por suicidio está prohibido y mucha gente se ve obligada a vivirlo en silencio”

“No hay que temer preguntar por sus intenciones a quien muestra una conducta suicida; esto no va a inducirle a hacerlo”

El presidente de Papageno, 
David J. López.  | // FDV

El presidente de Papageno, David J. López. | // FDV / ágatha de santos

En 2022, 4.227 personas murieron por suicidio en España según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Galicia es la segunda comunidad autónoma más castigada tras Asturias, con 328 decesos por esta causa en 2022. Se calcula que cada una de estas muertes provoca serias secuelas emocionales al menos a otras seis personas. El duelo por suicidio, además, es un “duelo prohibido”, que se oculta o se vive en soledad y que puede limitar la vida de la persona si no es atendido correctamente. “Es un duelo complejo que está marcado por el silencio, el tabú o el estigma”, afirma Daniel J. López Vega, psicólogo sanitario y presidente de la Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio ‘Papageno’, que el día 19 (19.30 horas) organiza un acto de sensibilización en el Centro Municipal de Teis, en Vigo, que servirá, además, para presentar el grupo de apoyo para personas en duelo por suicidio en Pontevedra, el primero en Galicia de esta asociación, fundada en Andalucía en 2019.

–¿Cómo se trabaja en estos grupos y cuáles son sus objetivos?

–El duelo por suicidio, al estar estigmatizado, es un duelo prohibido. Hay mucha gente que se ve obligada a vivirlo en silencio. Estos grupos pretenden dar apoyo emocional a estas personas y tienen dos objetivos. Uno, que puedan expresar las emociones en un ambiente de comprensión y de escucha, emociones como la vergüenza y la culpa, muy relacionadas con la visión social del suicidio. Dos, que adquieran recursos para afrontarlo de forma adecuada. Muchos de estos duelos se convierten en duelos complicados, y limitando la vida de la persona y sus relaciones con los demás porque no se atienden bien desde el principio.

–¿Por qué el suicidio continúa siendo un tema tabú?

–Porque venimos de una cultura, la judeocristiana, que considera que la vida te la da y te la quita Dios. Hasta 1984, el catecismo católico enmarcaba el suicidio en el mismo epígrafe que el homicidio y el aborto. Incluso se enterraba a las personas que morían por suicidio fuera del camposanto como una manera de despreciarlas, además de otras prácticas aún peores. De hecho, hay todavía países que sigue considerándolo un delito. Y que se hable del suicidio de forma normalizada puede hacer tres años. Hasta entonces, la prensa, por ejemplo, tenía la norma de ocultar las historias de suicidios.

–¿Por miedo a un efecto imitación?

–Y efectivamente este efecto puede darse cuando quien se ha quitado la vida es una persona célebre y se nombra el método y se dan detalles. Pasó con Antonio Flores o antes con Kurt Cobain, por ejemplo. Es lo que se llama “efecto Werther”, por la novela Las penas del joven Werther, tras cuya publicación, a finales del S .XVIII, aumentaron los suicidios con el mismo método que el personaje. Sin embargo, hablar del tema de una forma responsable, como estamos haciendo ahora, tiene el efecto contrario y puede prevenir futuras conductas suicidas. Es lo que se llama “efecto Papageno” y de ahí el nombre de la asociación.

–El suicidio está estigmatizado, pero también es alimentado por falsos mitos románticos.

–Efectivamente. Ahora, sobre todo en los jóvenes también se está dando un fenómeno de autolesión no suicida, que aquí en España toma la forma de cortes, que se hacen en los brazos, en la parte interna de las piernas o incluso en el estómago. Y eso puede ser una expresión de malestar, pero muchas veces también es una forma de ser diferente al resto. Y es verdad que el suicidio muchas veces en cierta forma se toma como algo romántico. Se suicidó por amor o qué valiente, fue o, al contrario, qué cobarde. Hay que tener cuidado con todo esto.

–¿Qué le aconseja a alguien que tiene a un ser querido con conducta suicida?

–Primero, preguntar directamente. Por ejemplo, al niño que dice: ‘Estoy fatal, no quiero seguir viviendo’, hay que preguntarle directamente: ‘Mira, pero ¿tú has pensado en hacerte daño.?’ No hay que tener miedo a preguntar directamente, porque eso no induce al suicidio. Al contrario. La escucha empática, la validación emocional, el que te entiendan y te comprendan, basta para reducir la ideación suicida cuando el caso no es grave. En el caso de que la persona ya haya planificado quitarse la vida, ahí hay que pedir ayuda profesional, al igual que vas al cardiólogo si tienes mal el corazón.

–¿La salud mental ha empeorado a raíz de la pandemia o ésta sacó a la luz un problema ya existente?

–Las dos cosas. Ahora es más visible, porque, además, los políticos lo han sacado a la luz. Pero también es cierto que no nos iban a salir gratis las medidas de aislamiento ni las pérdidas de empleo que conllevó la pandemia. No es la primera vez que ocurre. Cuando la llamada gripe española ocurrió lo mismo: una vez que acabó, hubo un mayor número de suicidios. Pero también lo ha hecho más visible, porque la gente tiene menos umbral a la hora de aguantar problemas y se habla más de la depresión y otros problemas de salud mental.

–¿Los más dañados han sido los jóvenes?

–Realmente. Con 13 o 14 años lo que hace un chaval es aprender a relacionarse con el otro. Ahora lo han aprendido a través de internet, móviles… Al perder esos dos años, han aflorado no sólo problemas de conducta, sino de autolesiones no suicidas, y trastornos alimentarios y trastornos adictivos relacionados con el uso de móviles y el consumo de alcohol, y los suicidios en menores de 15 años han aumentado. Y eso es producto de haber tenido a los niños encerrados dos años y, además, con la visión apocalíptica de una situación a la que no le veíamos el fin. Y hemos tardado mucho en reaccionar porque esto ya se sabía. Los planes de prevención están saliendo ahora. Llegamos tarde, aunque también es cierto que se están haciendo esfuerzos para formar, por ejemplo al profesorado, porque todos sabemos la importancia de la labor preventiva de los colegios.

–Las consultas de salud mental, además, están sobrecargadas.

–España es uno de los países europeos con menor tasa de profesionales de salud mental de toda Europa. Y después, hacen planes muy rimbombantes pero que no tienen un soporte económico detrás y tampoco sacan plazas.

–¿Dónde está la solución?

–En la prevención familiar, escolar y laboral, porque también hay muchísimos suicidios referidos al entorno laboral. También hay que mejorar la atención, aunque yo creo que a veces se tiene una visión demasiado médica del suicidio. Yo tengo una visión más social del mismo, creo que si no cambian determinadas variables no vas a ayudar a quien está sufriendo, aunque abras cien hospitales.

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