Eduardo Soutullo | Compositor y director de documentales

“Un premio es la única forma de que se estrene una obra sinfónica en España”

“Tenemos el mismo talento que otros países, pero no el mismo apoyo”, afirma el músico y realizador, que suma más de una veintena de reconocimientos en los dos últimos años

Eduardo Soutullo, en su casa de Vigo.   | // ALBA VILLAR

Eduardo Soutullo, en su casa de Vigo. | // ALBA VILLAR / ágatha de santos

No cesa de acumular galardones tanto en su faceta como compositor como de director. Una veintena en los dos últimos años, entre los que se encuentra el obtenido el pasado mes de septiembre en San Petersburgo por una obra que, sorprendentemente, critica la invasión de Ucrania. El último premio ha sido hace apenas unas semanas en el VIII Concurso Internacional de Composición de Harelbeke (Bélgica), donde Eduardo Soutullo, vigués de adopción, se hizo con el tercer premio por “Rapsodós”, una pieza para banda sinfónica. El pasado año, además, cinco orquestas sinfónicas interpretaron obras suyas en otras tantas ciudades de España.

–¿Qué suponen los premios para un compositor?

–En España, ganar un premio es la única manera de conseguir que una obra sinfónica se estrene, a diferencia de otros países, cuyas entidades públicas dan otras oportunidades y los artistas, no sólo los músicos, no tienen que estar constantemente compitiendo entre ellos para ganar un premio y que esa obra se difunda.

–La música sinfónica siempre ha sido más escuchada años después de la muerte de su autor. ¿Nunca ha pensado en cambiar de registro?

–Esto, tristemente, nos ocurre a los que nos dedicamos a la música sinfónica y a la ópera. Y las piezas sinfónicas aún se interpretan. Lo realmente difícil es que te programen una ópera. Yo compuse en 2017 “Romance de lobos”, basada en la obra homónima de Valle-Inclán, que está sin estrenar. Sin embargo, uno tiene que hacer lo que realmente le gusta. Sé que hacer música para audiovisual tiene más salida, pero, sinceramente, lo que demanda la industria audiovisual a los músicos sinfónicos a mí no me interesa.

–¿Cómo definiría su música?

–Esto es muy difícil. Es como decirle a un padre o a una madre que defina cómo son sus hijos. Hago música sinfónica de hoy. No me gusta nada la expresión de música de vanguardia o música contemporánea. Creo que es más propia de principios del siglo XX, cuando la música era una reacción a la música tradicional. El problema es la necesidad que tenemos de ponerle etiquetas a todo sin necesidad. Cualquier música, no sólo la sinfónica, sino también la pop y la rock, que no se encuadre en la estética que imponen las grandes discográficas está condenada al olvido.

–¿Hay más educación musical hoy que hace cuarenta años?

–Quiero pensar que sí, aunque más que de educación a mí me gusta hablar de hábito porque no se trata de entender o de estudiar de una manera intelectual la música sinfónica o la pintura de hoy, sino de disfrutarlas, pero para que esto sea así tienes que estar acostumbrado a ir a conciertos y a museos.

–¿Dónde se adquiere este hábito?

–Ésa es la cuestión. Hay que crearlo tanto por parte de los educadores como de los padres. A un niño que no ha ido nunca a un concierto de música sinfónica le suena igual de extraña la del siglo XVIII que la del XXI.

–¿Se trabaja en este sentido?

–Sí. La educación musical es mucho mejor ahora que cuando yo estudiaba, por ejemplo, aunque aún hay mucho que mejorar.

–¿Es España un país musical?

–Muchísimo. Tenemos una cantidad de bandas de música impresionante. Galicia, sin ir más lejos. En España tenemos el mismo talento que en otros países, pero no el mismo apoyo. Aquí, la mayoría de los músicos de las bandas no cobran por tocar., por ejemplo. Ésta es la diferencia.

–¿Se puede vivir de la composición?

–En España, no. La inmensa mayoría de los compositores vivimos de otra actividad. Yo, de la docencia.

–¿Cómo consigue una pieza contra la guerra de Ucrania ganar un concurso en San Petersburgo?

–Como en mi obra los versos de la poeta ucraniana Lesya Ukrainka estaban traducidos al inglés, no se dieron cuenta de que era una denuncia contra la guerra. Tampoco puse en la partitura que envié que estaba utilizando los versos de esta poetisa, aunque fuera de Rusia todo el mundo lo supo porque el poema que utilicé, “Contra spem spero”, es tan famoso en Ucrania como “Negra sombra”, de Rosalía de Castro, en Galicia, y el título de la obra, “Threnus Helianthuses” (El lamento de los girasoles), hace referencia a la flor nacional de Ucrania.

“Hoy edestacas más fácil difundir tu trabajo”

–¿Qué fue primero, la música o el cine?

–Yo comencé a estudiar música siendo adolescente y después estudié Imagen y Sonido en la única escuela pública que había entonces, en A Coruña. Llevo ya treinta años haciendo documentales, aunque hasta hace diez años no haya podido darles difusión. El primer documental que hice y que se emitió, en TVE en 1992, fue sobre Vigo. Hace treinta años era una odisea que se emitiese. Hoy es más fácil difundir tu trabajo porque, además de canales como YouToube, hay infinidad de festivales.

–“Canciones para los niños muertos de Auschwitz”, que se estrenó en junio de 2021 en Israel, suma más de quince galardones internacionales. ¿Cómo surgió este documental?

–En 2018 leí en la prensa la historia de Gisella Perl, una ginecóloga prisionera en Auschwitz que ayudó a abortar a cientos de reclusas para impedir que el oficial nazi y médico Joseph Mengele las utilizase en sus experimentos. El documental recoge los testimonios de cuatro supervivientes del campo de concentración y el hilo conductor son las canciones de Gustav Mahler, 50 años anteriores, que hablan de la muerte de unos niños.

–¿En estos momentos tiene alguno girando por festivales?

–Con “La fuente de la vida: una nueva era para el planeta”, un documental diptópico que se estrenó en California el pasado abril. Las imágenes son de la NASA, que abrió una convocatoria internacional que permite que cualquier realizador pueda utilizar su archivo de imágenes siempre que sea para un documental de interés social.