La furgoneta gallega que sana en Guinea Bissau

El COVID y la guerra en Ucrania disparan la desnutrición severa en el país africano

A la izquierda, el grupo de voluntarios de Furgoneta Solidaria, a su llegada al país.

A la izquierda, el grupo de voluntarios de Furgoneta Solidaria, a su llegada al país. / FdV

Aunque hace once años ya que la ONG gallega Furgoneta Solidaria comenzó a trabajar en la pequeña aldea de Gambasse, en Guinea Bissau, Natalia Rodríguez no había visto hasta ahora casos de desnutrición infantil tan severa como ahora. El más sangrante, el de un pequeño de 5 años que apenas pesaba 7 kilos y que no se tenía ni en pie. La experiencia curte, reconoce esta enfermera del 061 especializada en Medicina Tropical, aunque nada te prepara para enfrentarte a situaciones tan extremas. La pandemia del COVID primero, que cerró la entrada de ayudas alimentarias de la ONU, y la invasión de Ucrania después, con la que ha desaparecido la exportación de productos al país europeo, están golpeando de forma despiadada a la población de un país que ya sabe qué son el hambre y la miseria.

En su último viaje, en diciembre, la fundadora de Furgoneta Solidaria voló con un equipo de voluntarios integrado por ocho residentes de enfermería de la especialidad de Familia y Comunitaria del área sanitaria de Vigo, formadas en Medicina Tropical en Galicia por la propia Rodríguez; otra enfermera, como ella, de la ambulancia de soporte vital avanzada del 061; una matrona; un técnico en emergencia sanitaria, y un especialista en Hortofruticultura y Jardinería.

Durante cinco semanas, no solo prestaron asistencia sanitaria. Al caer la noche, cuando la falta de luz ya no permitía continuar con las consultas, realizaron labores de educación sanitaria y social entre la población: higiene alimentaria, lactancia materna y derechos sexuales e individuales, entre otros aspectos.

La furgoneta gallega que sana en Guinea Bissau

Natalia Rodríguez atiende a un pequeño. / FDv

Hasta sus dos dispensarios se acercaron no solo habitantes de la zona, sino también de otros países próximos como Senegal y Gambia, atraídos por una atención sanitaria gratuita que no allí no existe. Atendían cada día entre 100 y 120 personas de todas las edades, aquejadas de malaria, paludismo, infecciones gastrointestinales, desnutrición y heridas complicadas por diabetes no tratadas. Pero si algo llamó la atención de esta curtida enfermera fueron los casos extremos de desnutrición infantil. “Ha sido un año muy duro. Nadie quiere anacardos, que es de lo que viven estas poblaciones, o pagan una miseria por ellos”, explica.

Tampoco habían tratado a toxicómanos hasta ahora. “El país es un punto de entrada de la droga desde Sudamérica y muchos de quienes la transportan o trafican con ella tienen la tentación de probarla, como sucedió aquí hace unos años”, comenta.

También realiza docencia a personal de enfermería y médicos en el hospital de Bafata y desde 2022 también en el hospital nacional de Simão Mendes, donde además pasa consulta en el tratamiento de heridas difíciles, trabajando con el material de curas que transportaron desde España y que han donado al personal local que trabaja en esa consulta.

“Tenemos muchas ideas, dos dispensaros a pleno rendimiento y gente que quiere colaborar, pero nos está costando mucho salir adelante"

Natalia Rodríguez

— Fundadora y presidenta de Furgoneta Soludaria

Pero la sanidad no es su única línea de trabajo. La cooperante está orgullosa del médico, el profesor y el ingeniero en informática y contabilidad que se graduaron hace un mes gracias al programa de apadrinamiento de la asociación, que hace posible que 28 estudiantes de Primaria, Secundaria y Universidad pueden estudiar. “Son alumnos brillantes que sin la ayuda de estos padrinos no podrían hacerlo”, afirma.

Esta modesta ONG, nacida del empeño personal de esta enfermera gallega, también construyó el pozo que surte de agua potable a Gambasse y a otra veintena de aldeas de la zona, lo que ha reducido considerablemente las infecciones gastrointestinales y parasitarias. Ahora quiere poner una bomba para que el agua de este pozo también riegue la huerta de las mujeres de esta aldea de unos mil habitantes enclavada en el corazón de la selva guineana.

Dos enfermeras de la ONG, durante una consulta.

Dos enfermeras de la ONG, durante una consulta. / FdV

Un médico, contratado gracias a la donación de 780 euros realizada por un socio, continuará al frente del dispensario hasta julio ahora que sus voluntarios han regresado a Galicia. Después, se verá. “Tenemos muchas ideas, dos dispensaros a pleno rendimiento y gente que quiere colaborar, pero nos está costando mucho salir adelante”, se lamenta la presidenta de esta ONG, que se mantiene exclusivamente de donativos de particulares.

Para poder acceder a ayudas públicas y continuar su labor, ha solicitado la declaración de asociación de utilidad pública. Mientras, seguirá confiando en la solidaridad de los gallegos que quieran bien aportar algo a la asociación o bien apadrinar a un niño para que pueda recibir educación. “Por esta pasa –afirma la cooperante– el futuro del país”.

Quienes deseen colaborar pueden hacerlo de estas dos formas, desde la web de la asociación o desde sus perfiles en redes sociales, donde puede seguirse también sus distintos proyectos en el país africano.

La primera vez que Natalia Rodríguez viajó a Guinea Bissau lo hizo desde Lugo, un viaje que realizó en una furgoneta donada -de ahí, el nombre de la asociación-. Los primeros cuatro años lo hizo sola, hasta que poco a poco fueron sumándose voluntarios como los que hicieron este último viaje el pasado mes de diciembre, Y no solo personal sanitario. También la han acompañado profesores, periodistas y carpinteros, profesiones que también tienen cabida en su proyecto solidario. Todas las manos suman, asegura. La enfermera donó después el vehículo al poblado, que la explotó como taxi, hasta que ardió. Fue otra forma de colaborar con los habitantes de Gambasse.

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