El escritor y cineasta Rodrigo Cortés (Pazos Hermos, Ourense) habló ayer en el Club Faro de su nuevo libro, “Verbolario” (Random House), la quinta de sus obras literarias, en el que comparte con su público su particular forma de entender el lenguaje. Con retranca, humor e ironía, “desnuda las palabras” para dotarlas de un nuevo significado y crea con ellas poesía, música. Con ellas establece, además, un baile dialéctico con el auditorio.

Cortés: “Nuestro uso común del lenguaje es eufemístico, amablemente hipócrita incluso”

El periodista de la TVG, Antonio Díaz, que se encargó de presentar a Cortés, apuntó que el libro, es una recopilación del trabajo del invitado durante más de años en su sección diaria de ABC.

“No tengo claro si es un diccionario, una antidiccionario, o un ultadiccionario, desde luego es un catálogo, un censo no exhaustivo, en el que más que definirse las palabras se desnudan. Se les arranca una confesión. Eso no significa que se les retuerzan los significados, se les pone un flexo delante, mirándoles directamente a los ojos para que digan qué significan de verdad”, explica.

Lo que hace Cortés en su libro con las definiciones es “reconocerlas”. “Empleamos el lenguaje para desvelar cosas, pero también para ocultarlas y, a veces, afortunadamente”, sostiene. “Nuestro uso común del lenguaje es eufemístico en general, a veces incluso amablemente hipócrita; de otra manera, las relaciones serían bastante invivibles; nadie acepta la honestidad total y mucho menos la no solicitada”, explica. Y esa es la razón por la que “cuando escuchas lo que significa y encuentras una forma interesante de plasmarlo, descubres que la definición real de una palabra muchas veces es la contraria a la oficial; al fin y al cabo, ese es el manejo de la ironía, decir lo contrario de lo que realmente quieres enunciar”, asegura.

El libro incluye un “manual de uso”: “Son instrucciones resignadas y que parten del fracaso, de la derrota, pero es que casi todo acto humano debería partir de la asunción del fracaso”, apunta. “La lectura de la a a la z es la posible lectura para cualquiera que no quiera perderse ninguna, es la única manera de cazarlas todas, y por lo tanto no puedes someter al lector a una salmodia aburrida, sino que tienes que hacer que la atención fluya de forma musical y rítmica y que las palabras vayan rimando entre sí. Eso hace que corrijas, revises y recompongas muchas definiciones”. Aunque asume que “lo primero que va a hacer el lector sensato es picotear, que es lo que yo también haría”, bromea.

Tras explicar cómo elige las palabras que va a desnudar (“tratando de no hacer actualidad”), asegura, aunque pueda sonar “petulante”, que “si alguien ojeara “Verbolario” y lo abriera por cualquier página, debería estar bien”, dice sobre el proceso de “reestructuración” y “pulido” del libro: ”Si algo sobra o es relleno, lo quito o lo cambio”.

También habló de los editoriales, “un género lleno de meandros, de adversativas, un viaje imposible del que salen pequeñas joyas que puedes usar”, como algunas de las fuentes de las que extrae las palabras que va a definir, pero, en realidad, no va en busca “de la palabra definitiva”, lo que busca es “un cabo del que tirar”. “Yo no me siento a encontrar palabras definitivas cuya suma den como resultado mi visión del mundo”.

Afirma Cortés que su respeto por la RAE es “profundo”, y subraya que en realidad “su trabajo es el de notario, no el de policía”. En cuanto las dificultades, afirma que “son un gran acicate para la creación”. “Te obligan a encontrar otro camino, al pensamiento lateral, porque la línea recta acaba siendo banal muchas veces”.

Habló también de las similitudes de su obra con las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, de Mingote, de Quino y hasta de José Luis Cuerda y también de su faceta como cineasta: “No hay pluma sin cámara, ni cámara sin pluma; apuesto por ambos pero no los confundo”. Sobre su próximo proyecto cinematográfico anunció que “debería ser divertido” antes de cerrar su discurso volviendo al libro: “Además de un homenaje a la palabra es un homenaje al propio libro, es un jardín encuadernado, una caja de música”. En su idioma: un libro es un sabio que dice lo que tiene que decir y luego calla.

Dos mil quinientas definiciones para “desnudar” las palabras

Rodrigo Cortés asegura en el prólogo de su libro que “casi todo es fruto del azar, responda a un plan o no”. Así explica la concepción de este “Verbolario”, que inició su gestación hace “dos mil quinientos partos”. Su libro, cuya intención es la de “desnudar las palabras”, esquivando su significado común para tratar de alcanzar el verdadero; que es, casi siempre, el opuesto, es un diccionario cuidado al detalle cargado de crítica, sátira y sentido del humor. Sirva como ejemplo, una definición tomada al azar. “Ambición, f: trampolín para suicidas”.

Cortés, que quiso ser pintor, escritor y músico, se dedica hoy al cine, arte en el que ha trabajado con actores de la talla de Robert de Niro o Sigourney Weaver, Uma Thurman o Ryan Reynolds. A finales de 2013 publicó “A las 3 son las 2”, mientras que su primera novela, “Sí importa el modo en el que un hombre se hunde”, saldría a la luz un año más tarde. En 2016 escribe “Dormir es de patos”, antes de su gran éxito “Los años extraordinarios”, su segunda novela, que publicó en 2021.

Una visita a Isabel Vigiola, viuda de Mingote, fue el detonante de este “Verbolario”, ya que en casa del dibujante se encontró con la edición que Galaxia Gutenberg dedicó a “El diccionario del diablo” de Ambrose Bierce en 2005. “Ni corta ni perezosa, me regaló el libro”, cuenta Cortés.

“El resto sucedió sin gobierno. Me puse a juguetear con las palabras”, explica. Y el 1 de agosto de 2015 arrancó su “Verbolario”. Juan Gómez Jurado descubrió el “juguete” de Cortés y se lo envió al director de ABC. “No sé muy bien cómo, llegó la sección diaria”. La recopilación de esa sección diaria fue la semilla de este libro.