Hay artistas y conciertos que entran en una categoría especial, y el de Pat Metheny este viernes en el Auditorio Mar de Vigo, dentro del ciclo Xacobeo Importa, fue uno de ellos. El guitarrista estadounidense entusiasmó a un público abrumadoramente maduro (la media de edad rondaba los 55 años), probablemente integrado en buena parte por quienes le vieron hace 24 años, en su primer y único concierto en la Ciudad Olívica, y querían repetir la fascinación que sintieron en aquel histórico recital. Quien esto escribe es uno de ellos.

El músico de Misuri, próximo a cumplir 68 años, llegaba en esta ocasión no con una banda completa como entonces, sino en un peculiar trío con dos músicos que casi podrían ser sus nietos, el teclista Chris Fishman, un titán imberbe que domina tanto el piano como el órgano y los sintetizadores, y que además suplió al bajo; y el batería Joe Dyson, otro excepcional intérprete capaz de hacer magia con los platillos. Ambos fueron niños prodigio (empezaron a tocar a los 4 y 2 años, respectivamente) y salen del proyecto “Side Eye”, por el que Metheny invitó a jóvenes talentos de la escena de jazz de Nueva York, tal y como él fue también invitado a tocar con músicos consolidados cuando era prácticamente un adolescente.

La expectación era máxima, y en el auditorio casi lleno se vio a músicos de la ciudad como el guitarrista Martiño Toro, y dos jazzistas consumados, la baterista Lucía Martínez y el bajista Paco Dicenta. Antes del comienzo una voz en off en inglés y en español rogó al público que no hiciera fotos y apagara los teléfonos móviles. El respeto a la petición fue escrupoloso.

Metheny, que lucía una sudadera negra en lugar de su sempiterno niqui de rayas horizontales, comenzó el concierto como el de 1998, en solitario con su guitarra Pikasso de 42 cuerdas. Desde la organización se dijo que no había un repertorio determinado, sino que predominaría la improvisación.

Metheny, que lucía una sudadera negra en lugar de su sempiterno niqui de rayas horizontales, comenzó el concierto como el de 1998, en solitario con su guitarra Pikasso de 42 cuerdas

El público se mostró entregado desde el primer momento, especialmente cuando sonó “Have You Heard” y otros clásicos como “Better Days Ahead”, “Bright Size Life” y “Phase Dance”. Hubo también momentos para el jazz más abstracto y árido (como el que mostró en el álbum “Song X”, en colaboración con Ornette Coleman) y para que el guitarrista de Misuri sacase todo su arsenal instrumental: sus clásicas guitarras de jazz de cuerpo hueco de Ibanez, guitarras acústicas con cuerdas de nailon, su inconfundible guitarra-sintetizador Roland y la citada Pikasso, creada por la luthier canadiense Linda Manzer. Y a mitad de concierto un “roadie” quitó el velo negro de un elemento que permanecía oculto y que resultó ser una versión reducida, tamaño armario ropero, de los instrumentos robotizados (vibráfono, xilófono, bongos…) que Metheny utilizó en su álbum “Orchestion” (2010).

Ya en los bises, y tras poner al público en pie, interpretó un “medley”, solo con su guitarra de cuerdas de nailon, que incluyó, entre otras, las melodías reconocibles de “Last Train Home” y “This Is Not America”, su colaboración con David Bowie.

Para terminar, tal vez su pieza más célebre y una de las más emocionantes: “Are You Going With Me?” (1981), que a más de uno hizo recordar a su coautor, el teclista Lyle Mays, pieza fundamental del Pat Metheny Group, fallecido en 2020

Y, para terminar, tal vez su pieza más célebre y una de las más emocionantes: “Are You Going With Me?” (1981), que a más de uno hizo recordar a su coautor, el teclista Lyle Mays, pieza fundamental del Pat Metheny Group, fallecido en 2020. Cuando toca ese solo “in crescendo” de guitarra sintetizada, de sonido similar a una trompeta, Metheny suele ponerse de puntillas, como si la pasión le hiciera levitar.

El virtuosismo de Pat Metheny solo es comparable a su lirismo. Sigue destacando por la fascinante fluidez de sus fraseos, pero en sus solos vertiginosos, en los que sus dedos recorren el mástil a más velocidad de lo que la vista puede detectar, no sobra ni una sola nota. No hay en su forma de tocar exhibición circense, sino sentimiento y expresividad, mismas cualidades que el estadounidense admiraba de su amigo Paco de Lucía. Hablamos de monstruos de la música, de mitos con un pie en la eternidad o con los dos, en el caso del algecireño. Hay que disfrutar de las leyendas vivas mientras sigan en este mundo. Esperamos que no haya que esperar tanto tiempo para ver de nuevo a Pat Metheny entre nosotros.