“Una vida generosa, creativa y tierna” que superó, incluso, a la calidad de su obra literaria. El último adiós de Domingo Villar Vázquez (Vigo, 1971-2022), y al igual que con cada lanzamiento al mercado, también superó las expectativas. Alrededor de medio millar de personas se reunieron ayer en la iglesia de Santiago El Mayor para despedir al padre, amigo, escritor y referente, mientras se reponen de una pérdida totalmente inesperada.

Media hora antes de la hora de inicio las distintas travesías que rodean el templo neogótico comenzaron a ser el auténtico corazón de la ciudad. El mismo que desde el lunes por la mañana se detuvo a la espera de una mejoría en uno de sus más distinguidos vecinos, pero también de los más vigueses. Las honras fúnebres, las primeras de esta magnitud desde el inicio de la pandemia, pueden considerarse históricas sin necesidad de ser un recurso literario forzado.

El exterior del templo estuvo lleno toda la tarde R. Grobas

A las siete y media daba comienzo la celebración, plenamente litúrgica y sin que ningún allegado tomara la palabra, se vivieron momentos de verdadera emoción y devoción por el amigo perdido. Por eso, “en medio de ese desconcierto y desamparo” la familia de ‘Mincho’ reunía a varios centenares de personas en el interior de la iglesia de Santiago de Vigo, que llenó por completo sus bancos y pasillos laterales hasta el punto de que incluso las autoridades presentes tuvieron que seguir la misa de pie o desde el exterior. Allí, con un cielo que sigue sin recuperar el brillo previo al día en el que Villar fue ingresado en el Hospital Álvaro Cunqueiro por un ictus, aguardaba otro centenar de personas que no pudo siquiera acceder.

Pero durante las oraciones habría tiempo para que entrara un invitado tan inesperado como real. El párroco reivindicó la figura del inspector Leo Caldas como la encarnación –más allá de los tres casos ya resueltos en la ría y un cuarto en camino– del “deseo de verdad de un mundo mejor” que profesaba el escritor. Es por ello que, “como Mincho nos pediría”, se rogó a los presentes que abrieran su corazón y “no se dejaran hundir en la desesperanza”.

Andrés Villar (c.) recibe el consuelo durante el funeral Ricardo Grobas

Notable presencia institucional

Pasadas las ocho y cuarto de la tarde, la familia desfilaba por el corredor central del templo en medio de gestos de cariño hacia su viuda, Beatriz. Esta se apoyaba en sus hijos Tomás, Mauro y Antón; herederos de la característica mirada del creador de la trilogía del inspector Caldas. Su hermano Andrés, no dejó de ofrecer su hombro a todos aquellos que se acercaron para dedicar unas palabras en recuerdo del creador de best-selleres.

Alfonso Rueda y Abel Caballero, junto a la viuda.

Al frente de la representación del gobierno local el alcalde, Abel Caballero, y el concejal de Cultura, Abel Losada; quienes a la salida de la misa consolaban a la viuda acompañados por el delegado de Zona Franca, David Regades. Junto a ellos estarían también el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda; con quien cruzaría su primer saludo desde que tomó posesión en un contexto en el que la política pasaba a un segundo plano. La comitiva del gobierno autonómico estaba compuesta por el conselleiro de Educación e Cultura, Román Rodríguez, quien ayer lloraba en este periódico que aún le quedaba “moito por vivir e escribir”, así como la delegada territorial en la ciudad, Marta Fernández-Tapias.

También el presidente de la Real Academia Galega, Víctor F. Freixanes, quien se mostraba aún consternado por la noticia en plena semana de las Letras Galegas. Abrazado a la familia y amigos en todo momento se encontraba el director de la Editorial Galaxia, Francisco Castro; aunque también habría presencia de críticos nacionales como Pedro Quartango, ex-director de El Mundo y columnista de ABC. Entre los centenares de presentes se entremezclarían amigos, compañeros de profesión y admiradores con mascarillas y gafas de sol para disimular su duelo.

La familia de Domingo Villar, con sus hijos y su viuda a la izquierda, ocupó la primera fila de un abarrotado templo de Santiago de Vigo. / MARTA G. BREA

Último adiós en Madrid

El escritor vivía habitualmente en Madrid, donde había participado en la feria del Libro el mes pasado en una de sus últimas apariciones públicas. Es por esto que, tras celebrarse ayer el primer funeral en su memoria, la capital del Estado acogerá el próximo martes, 26 de mayo, otras exequias que serán celebradas a partir de las 20.00 horas en la capilla del Colegio Nuestra Señora de las Maravillas. Y aunque la emoción no será comparable a la de ayer en Santiago de Vigo, servirá para constatar el alcance de uno de los autores más importantes de la última década en toda la literatura nacional.

Un cuarteto de jazz con cuerda y percusión amenizó esa última espera en la calle García Barbón tocando el género favorito del amigo desaparecido. Entre los vecinos, conductores y curiosos que atravesaban el céntrico lugar se sucedían comentarios de pena al darse cuenta de que la multitudinaria reunión no era por ninguna celebración.

Entre apretones y deseos de encontrarse en una ocasión menos triste en el futuro, parecía que nadie quería marcharse de la escalinata. Quedaban dos horas para que, según el horario, saliera de la estación marítima el último servicio hacia Moaña pero nadie quería embarcarse en ese último barco. En él ya viajaba Domingo hacia su Ítaca, su paraíso perdido donde ya es inmortal.