El adolescente “gallego” que se coló en casa de Borges

Alejandro Pose y su amigo Jorge charlaron con el escritor argentino en su domicilio bonaerense en 1980 | Un libro recoge ahora aquellas conversaciones

El adolescente “gallego” que se coló en casa de Borges

El adolescente “gallego” que se coló en casa de Borges / RAfa López

Rafa López

Rafa López

–¿Qué te parece si vamos a conocer a Borges?

–¿Qué?

–A Borges. Ir a la casa de Borges a conocerlo.

Así comenzó la aventura de Alejandro y Jorge, dos jóvenes argentinos de 18 y 16 años que un buen día de 1980 decidieron colarse en el domicilio de uno de los mayores genios de la literatura de todos los tiempos para hablar de literatura, filosofía, política y lo que terciase. Uno de esos adolescentes, Alejandro Pose, de origen gallego, ha reflejado las cinco charlas, encuentros y desencuentros con el autor de “El Aleph” en el libro “Borges in situ” (editorial Alfar), prologado por la viuda y albacea del escritor argentino, María Kodama.

Pose y su amigo Jorge, ambos estudiantes de Química, trazaron su plan con la ayuda del listín telefónico de Buenos Aires y la excusa de un remoto vínculo familiar del segundo con un amigo del eterno candidato al Nobel de Literatura. Previa llamada telefónica, en la que obtuvieron el OK del escritor, viajaron desde Mar del Plata, su ciudad, a la capital argentina. Allí tuvieron que gambetear al portero del edificio, que les cerraba el paso, hasta acceder al domicilio.

Borges, que entonces tenía 80 años, los recibió relajado y habló con lucidez sin tapujos de otros escritores –pasados y contemporáneos–, del Nobel negado, de su ceguera, de su oposición al peronismo, su desencanto con la dictadura y hasta de sexo.

Todo aquello, incluso los numerosos textos de literatura en lengua extranjera que Borges recitaba de memoria, fue taquigrafiado por Alejandro Pose en un cuaderno. “De ese modo, una vez en Mar del Plata, podría volver a charlar con Jorge acerca de los temas tocados con Borges –explica Pose, de 61 años–. El destino quiso que en 2001 me encontrara con María Kodama y aquella perspectiva cambiara radicalmente”. Pose se cruzó con la viuda de Borges por la calle y, una vez superado el susto –Pose mide 1,90 y estaba oscuro–, le animó a plasmar sus notas en un libro.

El resultado es delicioso, tanto para el conocedor de la obra borgeana como para el lector ocasional o curioso por el fascinante personaje. Un relato de aventuras (literarias) muy fresco, pese a reflejar unas conversaciones mantenidas hace ya 42 años. Y es que aquellas irrepetibles charlas quedaron grabadas a fuego en la memoria de ambos jóvenes. “¿Olvidar lo que Borges me dijo de ‘Ulrica’, de Dios o de sus gustos literarios? Al menos Jorge y yo, no”, remacha Pose.

Alejandro Pose (izquierda) y su amigo Jorge, en Mar del Plata (Argentina), en 2018.

Alejandro Pose (izquierda) y su amigo Jorge, en Mar del Plata (Argentina), en 2018. / RAFa López

“Me encontré con un joven de 80 años que me iluminó para siempre”

Alejandro Pose

— Autor de "Borges in situ"

El escritor y profesor argentino Alejandro Daniel Pose Mayayo (1961), aquel joven de 18 años que en 1980 se coló en la casa de Borges junto su amigo Jorge, responde a las preguntas de FARO por escrito desde Argentina.

–Pose es un apellido gallego, abundante sobre todo en la provincia de A Coruña, y también muy presente en Argentina...

–Por supuesto que mis raíces son firmemente gallegas. Recuerdo haber oído de muy pequeño que mi abuelo paterno (que no llegué a conocer, Manuel Pose) provenía de una región llamada Lugar de Almorzara, Santa Comba, La Coruña. Sé que Santa Comba es un municipio de la provincia de A Coruña, pero ¿Lugar de Almorzara? Es una vieja intriga y espero caminar alguna vez por esa tierra, aunque su nombre haya cambiado. Con respecto a Mayayo, las referencias parecen precisarse con más frecuencia desde el siglo XV al XIX, en especial en la batalla de Lepanto, acompañando las tropas de asalto y abordaje de D. Luis de Requesens en los hechos de 1571. Sin duda, mi sangre también proviene de aquella Liga Santa.

–¿Cómo logró reflejar con tanta exactitud las conversaciones? Tampoco hay fotos de aquellos encuentros.

–Como te habrás dado cuenta con lo de “Lugar de Almorzara,” mi memoria es excelente, pero desde luego tenía un cuaderno en donde anotaba todo lo que podía a una velocidad propia de un alumno de secundaria, de manera similar a un taquígrafo. Muchas cosas, como frases dichas en otro idioma o autores por ese entonces desconocidos, fueron escritas fonéticamente, por lo que recién con la llegada de internet y el bendito Google pude descifrar con aceptable corrección. En aquel 1980 mi padre tenía una cámara de fotos marca Olympus, que valía cerca de chiquicientos trillones de dólares, y nadie podía acercarse a ella sin romper una orden de restricción de los juzgados locales... Jorge poseía una Kodak Fiesta, muy de moda en ese entonces, que podríamos haber llevado. Pero Jorge tenía miedo de que el ruido del disparador (quien la conozca sabrá de lo que hablo) incomodara a Borges, lo mismo que manipular un grabador y sus respectivos cassettes. En el fondo todo se reduce a que no fuimos a recoger ningún testimonio para la posteridad ni pensamos utilizar periodísticamente lo conversado, solo queríamos charlar con Borges

–¿Quién era Fanny, la persona que les abrió la puerta de la casa?

–El nombre completo de Fanny era Epifanía Úveda de Robledo y fue la empleada doméstica de Borges durante cerca de cuatro décadas. Y a partir de aquí absolutamente todo lo que diga es subjetivo y es bueno que así sea. En nuestras visitas, se limitó a abrir la puerta y nada más. Cuando le servía el desayuno a Borges, se la veía tosca y Jorge acotaría “al borde de lo desagradable”. Yo no sé si tenía órdenes de no dejarse ver durante las visitas, pero nunca nos ofreció ni siquiera un vaso con agua. Es más, en nuestra última charla, de más de tres horas, no apareció para asistir a Borges (que tenía ya ochenta años) en ningún momento. Cuando ya caída la noche Borges quiso ir a su habitación, fue Jorge quien lo llevó. Fanny ni siquiera vino a abrir la puerta para despedirnos: en todas las oportunidades abrimos y nos fuimos como si fuera nuestra casa. Insisto con mi subjetividad y me limito a hablar de lo que yo viví: Fanny me pareció una persona tosca que no asistía a Borges como Borges lo merecía y necesitaba.

–¿Estaba molesto Borges por no haber recibido el Nobel?

–Es difícil creer que una persona tan sensible como la que yo conocí no se molestara al ser nominado y nunca premiado. Pero siempre lo tomó con buen humor: “Yo creo que casi siempre han elegido bien. Los suecos han establecido un ritual muy interesante: miran hacia aquí al momento de elegir, pero se lo terminan dando a otro. ¡Lo mío tal vez se haya convertido en una costumbre folclórica escandinava!”. Bromeamos bastante sobre algunos mamarrachos que fueron ganadores...

–¿Qué es lo que más le sorprendió de Jorge Luis Borges?

–Su predisposición para recibirnos y seguir nuestro ritmo. Nunca se molestó con nuestras impertinencias y cualquier tema le resultaba adecuado para sacarnos una sonrisa y divertirse con nosotros. Como buen adolescente que lo sabe todo, yo creí que iba a ver a un anciano balbuceante que disertaría sobre temas inescrutables. Pero me encontré con un joven de ochenta años que me iluminó la vida para siempre. Lo digo en el libro: “Cuando evoco aquellas charlas, la imagen que tiñe todas esas memorias es la del rostro de Borges riéndose de mí. O lo que me satisface más, conmigo”.

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