Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

80 años del primer punto del “Diario de Anne Frank”

Un libro editado por Kalandraka rescata qué fue de la joven y de las otras siete personas que se escondieron en Ámsterdam para intentar salvarse de los nazis | Solo el padre sobrevivió

Una librería marca el acceso a la zona donde se escondía la familia Frank (I). Anne (2d), en clase. | FOTO: MUSEO ANNE FRANK

“El diario de Anne Frank” se ha convertido “en uno de los relatos privados más famosos de la Segunda Guerra Mundial” y en “uno de los libros más célebres del mundo”. Lo señala el historiador y escritor Bas Von Benda-Beckmann, autor de “Despois do diario de Anne Frank”, que acaba de editar en gallego Kalandraka, con traducción de Antón Vialle y María Alonso Seisdedos.

80 años del primer punto del “Diario de Anne Frank”

El libro relata lo acontecido a la joven y a los otros siete escondidos en la Casa de Atrás de Ámsterdam –donde permanecieron dos años, entre 1942 y 1944 y que hoy en día acoge el Museo de Anne Frank– después de ser descubiertos y enviados a campos de concentración.

A lo largo de sus casi 450 páginas conocemos quienes fueron Anne Frank, su hermana Margot; su madre, Edith; y su padre, Otto; además de la familia van Pels compuesta por el joven Peter y sus padres Hermann y Auguste, y el dentista Fritz Pfeffer.

Eran todos judíos huidos de la Alemania nazi en los años 30 que reconstruyeron su vida en los Países Bajos y que acabaron escondidos en un minúsculo espacio detrás del edificio de la empresa del padre de Anne, Opekta, que vendía pectina, un gelificante para hacer mermeladas caseras. El diario dejó constancia de la tensión, falta de privacidad y agonía por no poder salir nunca de allí.

Lo peor les llegó una vez descubiertos. Todos fueron llevados al campo de tránsito de Westerbrok en los Países Bajos, (el 8 de agosto de 1944), lugar de paso hacia Auschwitz.

A este, a 70 kilómetros de la ciudad polaca de Cracovia, arribaron en septiembre tras tres días de viaje en un vagón con un barril destapado a modo de inodoro, sin poder sentarse ni estar de pie completamente. Allí, formaron filas para el proceso de selección y allí fue donde Otto Frank vio por última vez a su familia. Los menores de quince años y adultos mayores de cincuenta eran apartados para la cámara de gas. Las mujeres embarazadas también.

Los hombres en Auschwitz I pasaban unos días en el bloque de cuarentena –a veces con dos o tres personas por cama– para cargar arena gruesa para que otros elaborasen firme para carreteras.

Tras esa cuarentena, los no aptos para el trabajo acababan gaseados. Ese fue el destino en octubre de 1944 del primero de los ocho en fallecer: Herman van Pels, el padre de la otra familia oculta en la Casa de Atrás. Tenía 46 años y fue víctima del último gaseamiento en masa en Auschwitz. Cuatro días después los prisioneros judíos que trabajaban en las cámaras tuvieron una revuelta. A esto se sumó que las tropas rusas estaban cerca y la dirección del campo ordeno derribar cámaras de gas y crematorios para no dejar huella del exterminio, aunque hoy en día se puede ver algún vestigio.

No se sabe a ciencia cierta el destino del dentista Fritz Pfeffer. Se cree que tras Auschwitz fue llevado a otro campo, el de Neuengamme, cerca de Hamburgo, Alemania, donde falleció en diciembre de 1944.

Por su parte, el joven Peter van Pels trabajó –gracias a la amistad con un jefe de barracón– en el servicio de correo en Auschwitz. Cuando en enero de 1945, los soviéticos estaban a 60 kilómetros de Cracovia, se evacuó el campo. Unas 56.000 personas –entre ellas él– marcharon entre espesa nieve hacia otros campos de Alemania. Pels llegó a Mauthausen, en Austria, donde falleció el 10 de mayo de fatiga y enfermedad.

Otto Frank sin embargó quedó en Auschwitz, en la enfermería, lo que le salvó la vida ya que el 27 de enero el campo fue liberado por los rusos. Quedaban 18.000 prisioneros y él pesaba 52 kilos tras 20 semanas de cautiverio. Fue el único superviviente de los ocho.

En cuanto a las mujeres, estas pasaron por ocho semanas de cuarentena en Auschwitz trabajando duro cargando piedras o ladrillos– donde llegaban a dormir hasta 10 en una litera– hasta que en octubre de 1944 las derivaron a otros campos.

La madre de Anne y Margot, quedó en Auschwitz salvándose varias veces de ser gaseada. Sin embargo, acabó teniendo fiebre alta y muriendo el 6 de enero de 1945, días antes de cumplir 45 años.

Por su parte, Auguste y las hermanas Frank fueron llevadas al campo de Bergen-Belsen, cerca de Hannover y que no era de exterminio aunque las condiciones eran muy duras: mucho frío, escasez de comida, palizas y sin tratamiento médico.

Según testimonios del libro, Anne se abandonó en Bergen. “Lloraba el día entero y no quería nada ni tenía fuerzas para nada”, señala una cautiva del mismo barracón, al tiempo que otra voz indicaba que junto a Margot y la señora Pels formaban un trío que no se relacionaban con el resto, si bien otras sí aseguran que tenían ganas de vivir y socializaban.

Finalmente, Anne cogió el tifus mientras su hermana estaba tan débil que no se daba levantado de la cama. Estaban en los huesos. En el mes de febrero de 1945, fallecieron por pocos días de diferencia por tifus contraído de los piojos infectados. La primera en morir fue Margot. Tras ella, Anne se abandonó, resignada al destino. Por su parte, la señora Pels falleció también de tifus cuando la trasladaban en tren del campo de Raghun a Theresienstadt.

Compartir el artículo

stats