“Un buen poema, por más bello que sea, será cruel”. Esta frase resume la concepción poética calculadamente realista de Joan Margarit, un arquitecto de formación que buscó en la poesía la “casa de la misericordia” para refugiarse de las experiencias dolorosas de la vida y construir versos emotivos y descarnados que interpelan al lector para que reflexione sobre sus propias vivencias.

Poeta vocacional de inicio tardío y pausado, con un período de silencio de una década, Margarit alcanzó la plenitud de su obra en la edad madura, cuando escribió sobre el paso inexorable del tiempo, de las heridas que va dejando la vida y de la necesidad de dejar constancia de la propia existencia, con los sentimientos, experiencias y reflexiones que provoca.

La poesía de Joan Margarit resulta pues un antídoto contra el olvido, una forma de dejar constancia del sentimiento de un instante, un ansiolítico que calma la angustia por el carácter fugaz de la vida.

Una vida que abandonó hoy y en la que le tocó transitar por la sórdida e infeliz posguerra, en el seno de una familia perteneciente al bando perdedor y alejado en diversos períodos de sus padres por motivos laborales, con frecuentes cambios del domicilio familiar -Sanaüja, Rubí, Girona, Barcelona, Tenerife- que le abocaron a un cierto desarraigo y a una introspección en su infancia y juventud.

Muy pronto conoce también los duros golpes de la vida –cuando tiene cuatro años muere su hermana Trini de una meningitis– y posteriormente pasa por el trance de ver fallecer a dos hijas: Anna, a los pocos meses de edad, y Joana, aquejada por el síndrome de Rubinstein-Taybe, a los 30 años a causa un cáncer. Margarit traslada todo ese mundo interior a unos versos austeros, depurados, desprovistos de ornamentos superfluos.

Su formación técnica como catedrático de Cálculo de Estructuras le lleva a construir unos poemas de sólida base con una arquitectura de versos concisos y palabras precisas, que huye de la retórica y no deja material sobrante.

Margarit decía que la poesía “es la más exacta de las letras, en el mismo sentido que la matemática es la más exacta de las ciencias”, y por ello buscaba el equilibrio necesario a la hora de expresar sus emociones.